El homenaje a Túpac Amaru

Desde el 4 de noviembre de 1780, día del inicio de la rebelión de Túpac Amaru contra el poder colonial español, han transcurrido 237 años. Y el Congreso de la República, en un aparente gesto de dignidad, ha reconocido por unanimidad que la gesta del prócer de la independencia debe conmemorarse como parte de las actividades oficiales del Estado en el bicentenario de la independencia. Sin embargo, este homenaje para los dirigentes de la red de solidaridad peruano-boliviana resulta un sarcasmo y un profanamiento a su memoria, porque el parlamento representa al viejo Estado colonial corrupto y opresor.

¿Por qué después de más de dos siglos el Perú oficial recién reconoce la ilustre figura del primer libertador de América? Tal vez sea para sintonizar con la rebeldía silenciosa de la inmensa mayoría. Los cusqueños afirman “que este Congreso no está a la altura para rendirle reconocimientos al gran libertador de América, porque no conoce el significado de la hazaña tupacamarista. Ellos —dicen— representan al corregidor Areche, al cura Valverde, a Riva Agüero, a Torre Tagle, a Prado —que traicionó al país en plena guerra con Chile—, a Fujimori —que fue candidato al Senado japonés para huir cobardemente de la cárcel—, a los que en nombre de Mariátegui se dividen para servir a los gobiernos de turno, a los que han convertido al Apra en un comité fujimorista”. La burbuja limeña pretende usar la imagen de Túpac Amaru, señalan indignados.

El mejor homenaje a Túpac Amaru, será que el próximo alcalde de Lima defienda a los millones de limeños sin agua, desagüe ni sin servicios básicos que viven en los desiertos y cerros, y que se movilizan en transportes indignos, propios de los esclavos del siglo XVI. La mejor forma de recordar al cacique de Tungasuca, Tinta y, Surimana es que los nuevos gobernadores acaben con la corrupción generalizada en sus pueblos y que los recursos naturales y sus rentas sirvan para disminuir el déficit de infraestructura social y productiva.

Por otro lado, José Cupi, coordinador del movimiento indígena del sur andino, señala: “Los tecnócratas y sus huecas frases marqueteras no ven que en los pueblos mayoritariamente subyace una ánimo insurreccional tan cruel como el de 1780 o como el senderista de los ochenta. No entienden que los peruanos están ahogándose por las luchas por el poder del Perú oficial”

Leocadio Zavala —dirigente campesino de Cusco— dice: “El escritor García Calderón afirmaba en el siglo pasado, refiriéndose a los indígenas: es la raza que nunca supo sublevarse. Se equivocó porque los descendientes de Túpac Amaru demuestran con sus obras lo contrario: siempre supieron rebelarse. Son los millones de indígenas los que transformaron la Lima oligárquica, fue el campesinado indígena al mando de Andrés Avelino Cáceres el que resistió a la invasión chilena, fueron los comuneros indígenas los que organizaron las rondas campesinas para derrotar a Sendero Luminoso, son los miles de jóvenes que están en el ejército del Perú y que están hartos de esta farsa democrática”.

Este último 4 de noviembre, en el Cusco, asistí a la conferencia del intelectual cusqueño César Chacón Loyola, quien señalaba apasionadamente ante los cientos de jóvenes universitarios: “El Qosqo es la capital histórica del Perú, la cuna de la libertad americana, y pronto vendrá el verdadero homenaje del pueblo libre a Túpac Amaru, cuando se arrase con el sistema de corrupción neoliberal”. Mientras tanto, el país está encandilado con el sueño mundialista, que por el momento posterga la rabia de la inmensa mayoría con el Perú oficial.