Carlos Adrianzén

La salida previsional hoy

Respetando los intereses de los trabajadores y para evitar dramas sociales

La salida previsional hoy
Carlos Adrianzén
23 de abril del 2024


El drama previsional peruano es, sobre todo, eso: un suceso de la vida real, interesante e intensamente conmovedor. Tiene salida, aunque ésta no tiene que ser siempre fácil o feliz. Y esto a pesar de que dibuje una escapatoria y nos libere del drama. 

Esta vez no les voy a conversar otra vez sobre las aristas económicas y políticas de un problema en curso terminal (SPP). Ni sobre su malísima regulación, ni su gradual saqueo estatal. Voy a dibujarles una propuesta de solución al actual problema previsional peruano. Después de todo, no existe una solución sin un diagnóstico calibrado. 

Sobre el diagnóstico

La economía peruana se desenvuelve en un continuo de subdesarrollo económico. Década tras década, existen indicadores que contrastan más altos niveles de vida, pero –relativamente, y de eso se trata cuando hablamos de Desarrollo Económico–, por eso de la Gran Divergencia y la Gran Degeneración, nos alejamos consistentemente de las naciones más desarrolladas.

Nótese que en la última década las complicaciones actuariales se profundizan por el envejecimiento de la población y la caída de la tasa de fecundidad.

  1. Nuestro mercado de trabajo es un desastre social. Desde los años del socialismo mercantilista setentero, solo un quinto de nuestra fuerza laboral accede a alguna forma de empleo adecuado. A lo largo de toda su vida solo un quinto de la población económicamente activa tiene uno. Ergo, la mayoría de los peruanos tiene ingresos de subsistencia. Su capacidad de ahorro previsional es inexistente o exigua. Los ciclos que registran la emergencia de una población formal con ingresos medios significativos, resultan efímeros.
  2. La frustración social y el reducido acervo de capital humano, derivado de este mercado laboral, retroalimentan tres vectores políticos. (A) Cuadros de pronunciado populismo en la Regulación laboral –lo cual profundiza el problema al encarecer la mano de obra; (B) Tendencias electorales suicidas con electores que mayoritariamente exige soluciones rápidas, para su desgracia –ergo votan consistentemente por gobernantes que (para obtener el puesto) ofrecen lo que no se va a poder cumplir–; y (C) Alta demanda derivada por Malos Diagnósticos. No pocas veces presentados como análisis políticos y hasta, disque técnicos –que fundamentan sendas e ilusas reformas previsionales y laborales. Cambios de reglas que sistemáticamente ignoran el núcleo del problema (ver acápite previo).
  3. Este perfil se ve complicado por un panorama fiscal llevado al límite. Restringido por una alta tasa de informalidad, la presión tributaria peruana bordea ya su límite máximo. Aun elevando agresivamente las tasas en el papel, resulta inverosímil alcanzar un incremento real significativo en la recaudación per cápita. Concretamente, no existe la capacidad financiera para desarrollar pilares alternativos, vía subsidios directos o mayor deuda estatal. Esto, a menos claro está, que estos pilares oferten pensiones minúsculas o simbólicas; y/o la comunidad internacional nos proporcione ayudas previsionales en una escala sin precedente conocido.
  4. Finalmente, lo crucial. El plano económico –un adverso mercado de trabajo– se ve potenciado por un plano político –populista– que lo ignora y que lo complica frecuentemente. Para terminar de complicar el panorama, el efecto consolidado del marketing político de la izquierda regional (la peregrina idea de pensiones justas) ha calado en la población en edad de jubilación. Los electores exigen pensiones europeas. Este detalle retroalimenta la verosimilitud de la llegada de regímenes totalitarios en el futuro cercano.

Sobre la propuesta específica

A pesar de lo pronunciado y longevo del problema, su solución resulta accesible. Esto no quiere decir que esta propuesta en los hechos no se enfrentaría a formidables y furibundos enemigos. En el Perú se lucra dizque defendiendo a los trabajadores. Lucran los candidatos, los políticos, los burócratas y grupos mercantilistas locales y del ámbito dizque de plazas emergentes. 

Lucran también los especialistas que desarrollarán sesudísimas iniciativas de reforma previsional repletas de retórica de toda moda. Ex ante, en el Perú mirando hacia las elecciones generales del 2026, el grueso de los electores no tiene capacidad significativa de ahorro previsional. Ellos votarían por cualquier iniciativa que robe a los que sí ahorran… si esperasen algún beneficio cruzado. Sí… aquí no existe nada parecido a amor al prójimo, solo muy discutible educación. 

Por otro lado, los que sí pueden ahorrar –como sugiere el saqueo reciente al SPP– no solo son tan pasivos que hasta desprecian su propiedad privada y hacen una patética gala de caridad neomarxista (a lo Jeremy Waldron). Se dejan robar y solo aspiran a iniciativas mágicas. Podríamos decir que en el Perú hoy se da la tormenta perfecta en términos previsionales. Se encuentran burócratas corruptos, mercaderes flexibles y una catarata de silentes afiliados con cierta capacidad de ahorro. Casi todos escudriñan una reforma previsional que no reforme nada. A pesar de ello, insisto que la salida es sencilla. 

Y esta, en líneas matrices, implica:

  1. Minimizar la opresión económica tanto sobre los que no pueden ahorrar previsionalmente lo suficiente como para los otros. La mayoría, con ingresos brutos anuales menores a US$12,000, será responsable de ahorrar para su vejez. Aquí se podría aplicar un bono por fertilidad a cada familia involucrada.
  2. El BCR –bajo la responsabilidad penal de su directorio– deberá, supervisado por la SBS y la SMV, constituir un fondo actuarialmente actualizado para atender a ciudadanos sin descendencia o con hijos que no son contribuyentes. Como regla, y tal como sucede en otras naciones, los hijos –cuando los padres no disponen de ingresos propios– pasan a ser penalmente responsables de mantener a sus padres ancianos, en reciprocidad con ellos. Salvo casos de probado abuso paternal.
  3. En el caso de la minoría de ciudadanos con ingresos brutos anuales mayores a US$12,000 cada quien será responsable de reportar a la SBS como ahorra para su vejez por un monto equivalente mensualmente al 10% de sus ingresos totales. Hasta los 75 años de edad. Libremente, local y/o globalmente, en instituciones autorizadas por la SBS o la SMV. Aquí también se podría aplicar un bono por fertilidad a cada familia involucrada
  4. Cada trabajador, póliza de seguro de por medio, por invalidez o al cumplir los 75 años quedará liberado de esta obligación. En el caso de su fallecimiento, los fondos ahorrados se asignarán a sus herederos humanos o beneficiarios preestablecidos. Si no los tuviera, pasarán a ser íntegramente depositados en el fondo aludido administrado, por el BCR.
  5. En salvaguarda de los intereses de los trabajadores y para evitar dramas sociales como los acaecidos en los tiempos del IPSS y en la actualidad, se debe introducir una iniciativa Constitucional que prohíba toda intervención del Congreso de la República en temas previsionales. Esto, dada su abultada y vergonzante performance histórica en estos asuntos.
  6. Los Trabajadores actualmente afiliados y/o que deseen afiliarse al Sistema Estatal (ONP) deben poder hacerlo a su cuenta y riesgo dentro de las reglas que la capacidad fiscal del momento lo permitan. No más cambios de reglas.

Sobre la inevitabilidad de la propuesta

Resulta fundamental entender la magnitud y recurrencia del problema. La historia económica peruana nos contrasta que ningún sistema –privado, estatal o mixto (que en los hechos es lo mismo que estatal)– ha podido sortear el hecho de que la mayoría de nuestros trabajadores registran productividades que no le permiten ahorrar para comprarse un paquete previsional adecuado al final de su vida laboral. 

Cualquier iniciativa que no respete esta propuesta estaría condenada a configurar otro elemento de nuestra vergonzante historia previsional. Mientras no desarrollemos reformas inclusivas de mercado que permitan una drástica y sostenida elevación de las productividades laborales en el Perú, como en el pasado, iniciativas de reforma basadas en esquemas de reparto estatal o privados de capitalización individual estarán condenadas previsiblemente al fracaso.

Carlos Adrianzén
23 de abril del 2024

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