Victor Robles Sosa

Como pompas de jabón

Como pompas de jabón
Victor Robles Sosa
19 de agosto del 2014

Las preocupaciones del ministro Urresti y la ausencia de reformas contra la delincuencia

En declaraciones a El Comercio, el pasado domingo, el ministro del Interior, Daniel Urresti ha dicho “yo solo puedo hablar de las cifras policiales” sobre la delincuencia, admitiendo, de modo implícito, que, ante la grave crisis de inseguridad ciudadana, él solo responde por la policía. ¿Quién responde entonces por lo que hacen o dejan de hacer las demás instituciones del Estado involucradas en la problemática: el sistema de justicia, el sistema penitenciario, las políticas preventivas, etc? ¿Nadie? No hay nadie que lidere al Estado en esta lucha, increíble pero cierto.

El ministro fue inclusive más allá en el sinceramiento de su responsabilidad, al afirmar, según el diario, que “la reducción de la criminalidad no depende finalmente de la policía… el delincuente va a seguir afuera, pero ese ya no es problema de la PNP”. Las palabras de Urresti denotan que está preocupado por lo que se viene. Su período de gracia se está agotando y tiene muy poco que mostrar en resultados concretos, más allá de su voluntad de encarar y resolver el problema.

Se lo advertimos desde el inicio: La inseguridad ciudadana NO es un problema meramente policial, sino un tema de Estado y multisectorial. El ministro se ha estrellado contra esta dura realidad y parece haberse dado cuenta de que no puede ganar esta guerra sin el compromiso del Ministerio Público, el Poder Judicial, el Instituto Nacional Penitenciario, y los demás entes públicos que tienen que ver directa o indirectamente en este problema. En otras palabra, no se puede improvisar.

Lamentablemente, ninguna de esas instituciones ha asumido un rol proactivo ante la amenaza interna, mostrando una aparente indolencia que nos hiere cuando vemos, todos los días, a ciudadanos asesinados o despojados de sus bienes por el hampa. Un ejemplo dramático es el comerciante Andrés Castillo quien vive con dos balas en el cuerpo que le dispararon delincuentes en uno de los ¡18 asaltos! que ha sufrido su bodega, en San Martín de Porres. ¿Alguien ha visto o escuchado a los máximos funcionarios del Ministerio Público o el Poder Judicial asumiendo una actitud de liderazgo institucional contra el actual desborde de la delincuencia?

El presidente Humala decidió asumir el liderazgo a poco de iniciar su gobierno, y para ello creó el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana, presidido por él mismo, pero, por alguna razón, después lo desactivó y dejó el problema en las manos del ministro Urresti, renunciando así a liderar la lucha contra el crimen organizado y, de paso, a reformar el sistema de justicia, la policía y el sistema  penitenciario, pasos indispensables para ganar la guerra.

Paradójicamente, el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana llegó a aprobar una estrategia hasta el 2018, la cual señala que el combate a la delincuencia “es una labor integral, participativa y multisectorial”, tal como se ha señalado en esta columna de manera reiterada. ¿Por qué el Gobierno y el Congreso de la República no actúan conforme lo indica esa estrategia? ¿Qué poderosas razones les impide actuar como corresponde? ¿Es acaso por no chocar con grupos de poder?

Pero sería injusto culpar del problema al actual gobierno. Éste es responsable de haber despertado falsas expectativas en torno a su voluntad para enfrentar el tema, y también de incompetencia para enfrentarlo, pero NO es culpable de las deficiencias estructurales que han allanado el camino para el avance del crimen. De estas tienen que responder todos los gobiernos que se han resistido a hacer reformas o las hicieron mal, como la de 1987, que liquidó la policía especializada en investigación criminal. Y también es co-responsable la oposición que no presiona para que se reforme.

Todo indica que la lógica que guía la mediática actuación actual del ministro del Interior apunta a crear la percepción de que se está combatiendo el problema. Pero las percepciones, como bien sabemos, son como pompas de jabón, impresionan y fascinan mientras vuelan, pero estallan pronto ante el menor soplido y duran muy poco tiempo. Lo veremos muy pronto.

Por Víctor Robles Sosa

Victor Robles Sosa
19 de agosto del 2014

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