Victor Robles Sosa
Veto de novela
¿Hasta dónde llega hoy la influencia del antifujimorismo?
Una tragedia del Perú es que hay caudillos y personajes ilustrados que no entienden que el hombre creó la política para evitar las guerras fratricidas por el poder y reemplazarlas por la búsqueda de acuerdos que concilien los intereses de las partes. La mayor parte del siglo XX, el Perú vivió en un estado casi permanente de virtual guerra civil e inestabilidad porque aquella visión intolerante impuso un veto sobre el partido político y el líder más representativos del pueblo por entonces, el Apra y Víctor Raúl Haya de la Torre.
Semejante acto de intolerancia solo se puede ver hoy en los estados totalitarios, teocráticos o autoritarios que han cercenado o restringido al máximo la democracia. En Corea del Norte o Cuba, por ejemplo, la oposición democrática está proscrita y es objeto de acoso constante y veto político. Es imposible entonces poner en duda las credenciales democráticas de quienes pretenden imponer vetos a determinados líderes que cuentan con el apoyo mayoritario de la ciudadanía.
En el Perú, el veto al Apra y a Haya de la Torre fue impuesto por la oligarquía y el militarismo. ¿Queremos volver a aquellos tiempos de golpes militares que privaron al Perú de la oportunidad de construir una institucionalidad democrática? A estas alturas, es difícil que resucite el militarismo gracias a que el crecimiento económico nos ha traído estabilidad política, pero en el Perú todo es posible y no me sorprendería que algunos inclusive estén alentando por lo bajo un eventual golpe militar que impida una victoria de Keiko Fujimori.
Vetar al fujimorismo es por ello un juego peligroso que pone en riesgo a la propia democracia. Si la mayoría de los peruanos eligiera a la señora Fujimori, esa voluntad debe ser respetada por todos. Ninguna secta o grupo tiene derecho a ir en contra de esa decisión, a menos que quiera empujar a la nación a una confrontación interna.
Tampoco tiene derecho a hacerlo ningún personaje, por más notable o encumbrado que sea, o por más que sus opiniones políticas tengan repercusión en ciertos sectores del exterior.
De otra parte, tengo mis dudas bien fundadas sobre un posible éxito del antifujimorismo en polarizar otra vez la campaña entre “decentes y corruptos” tras la debacle política y moral de sus principales abanderados: Susana Villarán, Ollanta Humala, Nadine Heredia, y los garantes Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo.
Creo más bien que, en una eventual segunda vuelta, cuando ellos salgan juntos a la luz y levanten las banderas del antifujimorismo, solo conseguirán que el candidato al que apoyarán entonces pierda votos.
Porque la mayoría de los peruanos NO cree que elegir a Humala en el gobierno y a Villarán en la alcaldía fue lo mejor que nos pasó, ni que Alejandro Toledo es inocente de todo, ni que la señora Nadine Heredia es “víctima de un complot aprista”. A escritor lo ha desbordado la fantasía literaria.
Por Víctor Robles Sosa
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