Hugo Neira
1917: ¡Nunca hubo asalto al Palacio de Invierno!
Historiadores niegan el épico episodio
Hoy, 25 de octubre, es la fecha de la revolución rusa de 1917. Y en Moscú, el de nuestros días, una noticia extraordinaria ocupa a los ciudadanos rusos. «Asalto», lo que se llama asalto, una masa de gente armada tomando el Palacio de los zares, batiéndose con los que protegían ese lugar, nunca ocurrió. Quienes alzan el velo de la verdadera historia son historiadores encabezados por Ioulia Kantor, rusa especialista en la historia del comunismo, de Lenin, de Rusia, del mundo. La noticia ha salido en un diario ruso Lenta.ru. Ha trascendido. El reportaje a Ioulia Kantor está dando la vuelta al mundo.
El famoso Palacio, en la noche del 25 de octubre, era un hospital militar. Rusia ya no era un Imperio, el zar Nicolás II había abdicado, a costa de las derrotas en el frente alemán. Rusia era una república, y en pleno conflicto bélico. Y cuando hay guerra —sobre todo en esas guerras europeas en que los ejércitos cuentan con millones de combatientes— muchas cosas pasan a ser más necesarias que otras. Por ejemplo, la imperiosa urgencia de contar con espacios dedicados a los soldados heridos en esa Primera Guerra Mundial. Según Lenta.ru, «todas las salas de recepción y de ceremonias estaban transformadas en inmensos dormitorios capaces de acoger a centenares de pacientes». El Palacio de Invierno se vuelve, pues, un gigantesco hospital, con la excepción de un salón, que se llamaba «La sala del trono». Que servía, entonces, para despacho de médicos y pacientes.
El Palacio de Invierno ya no era, en la noche del 25 de octubre, la ciudadela de la monarquía rusa. La familia imperial se había trasladado a Tsarskoïe Selo, un distrito de Petrogrado. Tampoco lo ocupaba Aleksandr Kérenski, que dirigía un «gobierno provisorio». Tras la abdicación del zar Nicolás II se había instalado, con sus funcionarios y ministros, en otro palacio llamado Gatchina. Ahí despachaba en esos días turbulentos. En realidad, había una dualidad de poderes. Por un lado, el Gobierno Provisional, el de Kérenski. Por el otro, una inmensa mayoría de regimientos que en ese momento, por el desprestigio de la guerra y de la élite militar zarista, no obedecía a sus generales. ¿A quién entonces? A un Comité Militar Revolucionario que proclama el del Gobierno Provisional. Había sido elegido como presidente del CMR alguien llamado Trotski. Rival de Lenin y esta vez, con Lenin. Muchos regimientos se pronunciaron a favor del levantamiento. Algunos neutrales, y para defender la frágil república rusa solo quedaron unos cuantos junkers (oficiales) y ¡un batallón de mujeres!
¿Una toma espectacular? Nada de eso. En la noche del 24 al 25 de octubre (en el calendario juliano), los tranvías continuaron rodando, y abiertos los teatros y las tiendas. Sin embargo, el concepto de Palacio de Invierno ha trabajado la imaginación de millones de seres humanos. Un signo, «la insurrección espontánea de los oprimidos» ¡La victoria del coraje popular!
Y hoy el aguafiestas de la historiadora rusa nos dice que esas imágenes se las debemos no a la historia sino al cine. Se las debemos al film Octubre, a Eisenstein. Realizado en 1927, cuando Stalin, que por cierto se da cuenta de la importancia del cinema. Lo de una avalancha humana que desde la plaza de invierno toma el poder es «una ficción» (Ioulia Kantor). La foto que acompaña esta nota periodística no son proletarios del asalto, sino extras del célebre film. No hay duda de que el camarada Sergueï Mikhaïlovitch Eisenstein era un genio. Hizo además otro film, sobre otra revolución. Que viva México, en 1932. Con Eisenstein se abre una nueva era. La contaminación de doctrinas políticas y lo imaginario. Es decir, el reino de la imagen hasta nuestros días.
Claro que hubo toma del Palacio de Invierno, pero no fue nada heroica. Desde una fortaleza militar cercana, que había decidido apoyar a Lenin, según Ioulia Kantor, llovieron obuses y mataron a una docena de personas en las salas del hospital. No hubo más violencia por la noche, pero en la madrugada llegó una multitud desordenada, y «entonces, comenzó la fiesta», dice la historiadora. Es decir el pillaje. Cortinas, decoraciones. Entre tanto, los soldados heridos se defendían a golpe de sus muletas o lanzando la bacinica por la cabeza a los invasores.
Para ser claros, el centro de poder se traslada, en lo real y en lo simbólico, a otro lugar. Al Instituto Smolnyi, a la asamblea de los soviets. Desde el II Congreso panruso se toman decisiones. En los días siguientes, los mencheviques y socialrevolucionarios son perseguidos. Lenin declara la abolición de los grandes latifundios, la posibilidad de un acuerdo de paz con Alemania y la creación de un Consejo de Comisarios del Pueblo. ¿Qué es pues, la caída del Palacio de Invierno? Un acontecimiento menor. Casi nadie lo toma en cuenta. Lo que había triunfado era la táctica de Lenin. El doble poder. La similitud es sorprendente con el venezolano Maduro y con los separatistas catalanes, los poderes paralelos. Curioso ¿no? No hay duda de que han estudiado cómo Lenin enseña a llegar al poder con malentendidos y un puñado de gente decidida. Y después dicen que los politólogos no cuentan.
Hugo Neira