Eduardo Vega
La sociedad de Los Saicos
Todos tratan de demoler al Ejecutivo y al Congreso
En la década de los sesenta apareció en el Perú una banda musical llamada Los Saicos, la cual se hizo particularmente famosa por el tema: “Demoler la estación del tren”, o simplemente “Demolición”; y si bien el grupo musical no duró mucho tiempo, la citada canción sí trascendió internacionalmente, al punto de ser considerada uno de los primeros temas de punk.
Si se toman el tiempo de escuchar “Demolición” –basta con un minuto–, notarán cómo los músicos gritan incansablemente “echemos abajo la estación del tren… demoler, demoler, demoler, demoler”, con un fondo musical psicodélico, típico de los años sesenta.
Ahora bien, lejos de la escena musical propiamente dicha, tengo la impresión de que cuando vemos los noticieros, programas políticos y demás medios de comunicación no convencional, podemos encontrar un mensaje repetitivo y subliminal para la colectividad, en adición a los desgastados “Dina asesina”, “dictadura congresal”, “políticos corruptos”, etc. Con eso se viene promoviendo subrepticiamente no solo “que se vayan todos”, sino también un mensaje cuasi matonesco que, a punta de odio y polarización, propone la demolición de cualquier figura que detente una cuota de poder.
No nos gusta la presidente: ¡demoler, demoler, demoler, demoler!; no nos gusta el Congreso: ¡demoler, demoler, demoler, demoler!, no nos gusta el alcalde: ¡demoler, demoler!, no nos gusta un periodista porque dice verdades incómodas: ¡demoler, demoler! Y al amparo permanente del ¡demoler, demoler! aparecen algunos pseudo caudillos y opinólogos, que en mérito a una superioridad inexistente, se dedican al adiestramiento social, para que esos discursos se impongan contra quien esté en el poder, aun cuando resulten ser producto de un sinsentido.
Como el gobierno de Dina es paupérrimo, hay varios parlamentarios vinculados con negocios y actos ilícitos; y en el sistema judicial existen jueces y fiscales que trabajan para la tribuna o se coluden con periodistas para dirigir procesos y orientarlos a una narrativa en particular. Tenemos el escenario perfecto para que cualquier radical se aproveche del discurso “demoler, demoler”, sin necesidad de propuestas lógicas, más allá del equivalente al “ta-ta ta-ta ya-ya ya-ya”, circunstancia que irónicamente, podría ser suficiente para ganar la elección.
En efecto, siendo que aún quedan pánfilos capaces de preferir el voto suicida o incendiar la ciudad antes que votar por un candidato en particular; resulta necesario y urgente que en el Perú se renueve todo el escenario político y aparezca un líder auténtico, que empiece a dar discursos genuinos y aterrizados desde los cuales se pueda empezar a construir. Y sobre la base de propuestas razonables y claras, pues ya no hay espacio para más experimentos ni propuestas sádicas o destructivas, como aquellas con las que estamos jugando desde hace más de 10 años.
Obviamente que, para detener esta “sociedad de Saicos” de manera seria y responsable, uno de los requisitos mínimos previos; es hacer frente al discurso destructivo y minimalista al que se nos tiene acostumbrados –que tiene entre sus fines, ahuyentar a la gente decente para que no participe directamente de la vida y la agenda política– para dar paso a propuestas dinámicas y reflexivas que permitan mostrar mejores personalidades.
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