La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Cómo la izquierda viene desmontando el modelo que llevó a Chile al desarrollo.
Ante el hecho de que durante el gobierno de Sebastián Piñera Chile haya crecido más de 5% en promedio y en la administración de Michelle Bachelet apenas sobrepase el 2%, la izquierda mapocha suele explicar el fenómeno por el “llamado fin del superciclo de los commodities” y propone más estado, más redistribución e incrementos tributarios.
En plena desaceleración, en el 2014, la administración Bachelet lanzó “la reforma tributaria” incrementando los impuestos de las empresas de un 20% a 27% con objeto de recaudar unos US$ 8,300 millones para financiar “la reforma educativa”. Paralelamente se eliminó las exoneraciones tributarias por reinversión de utilidades. El resultado: la inversión privada en Chile cayó en alrededor de 10%, uno de los derrumbes más dramáticos en América Latina.
De una u otra manera, en Chile se ha empezado a cancelar el camino a la prosperidad, un sistema de tributación que explica el impresionante crecimiento de las últimas décadas, la reducción de la pobreza a menos de 10% de la población y la expansión de las clases medias. Pero no solo se trata de la economía sino de todo el andamiaje constitucional y legal: nuevas leyes que incrementan los sobrecostos laborales, cuestionamiento al sistema electoral e, incluso, una nueva Constitución. Chile, a su manera, vive su “refundación republicana”.
¿Cómo explicar que la Suiza de América, la estrella de la región por excelencia, decida pulverizar todas las virtudes que le han permitido acercarse al desarrollo? Aunque parezca mentira todo viene de la lucha de las ideas, de la ideología que logra construir los sentidos comunes de la sociedad. Durante los gobiernos de centro izquierda (socialistas y DC) y la centro derecha (UDI-Renovación) en el sistema político de partidos en Chile se creyó que había “llegado el fin de la historia”, que más allá del modelo solo estaba el abismo, mientras la izquierda (sobre todo el comunismo) multiplicó sus influencias en las redes sociales,think thanks, sistemas de comunicación alternativos, que le permitieron construir sentido común.
De pronto, los principales medios y algunos de los periodistas más influyentes comenzaron a sostener que los problemas sociales, la desigualdad, la carencia de servicios y los cuestionamientos al sistema educativo se explicaban por el mercado y “los privilegios empresariales” y no por los retrasos en las reformas y modernizaciones del estado.
Exculpado el estado de la responsabilidad, la teoría del “fin del superciclo de los commodities” se sazonó con propuestas redistributivas y estatistas y, como el granjero que mata a la gallina de los huevos oro, la administración de Bachelet comenzó a subir impuestos y soñar con redistribuir. ¿No tiene cierto parecido con la realidad peruana?
La izquierda en el Perú no tiene relevancia electoral, no solo por el derrumbe programático e ideológico sino por su inveterada tendencia a la facción y la secesión, pero sí tiene una enorme potencia ideológica. Por ejemplo, la Universidad Católica pretende apropiarse de “lo académico” difundiendo ideas que cuestionan el modelo de crecimiento del país, los empresarios son considerados los grandes responsables de los fracasos del estado y los llamados partidos políticos y sectores que defienden “el sistema” han renunciado a la lucha de ideas. De allí que no sea extraño que los principales candidatos a la presidencia desarrollen sus campañas con las ideas de izquierda y gobiernen con la mano derecha. Ojalá, pues, evitemos la involución chilena.
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