La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Ya no se puede ser de izquierda en campaña y de derecha en el gobierno.
El parcial triunfo del radicalismo anti minero que se expresa en la suspensión del proyecto Tía María no solo es un asunto que afectará a la economía nacional (se pierde 7.7% del PBI de Arequipa y 0.35% del PBI nacional), sino que, en medio de la desaceleración de la economía, fomentará la resurrección de los prejuicios estatistas.
Ya de por sí la idea de que el modelo solo depende de los precios de los minerales “se confirmará en el discurso anti mercado” no obstante el Congazo y el Tíamariazo. Ni qué decir del mito acerca de que la inversión minera “destruye el medio ambiente”. De una u otra manera, asistimos al sistema de las profecías antocumplidas: se repite tanto un mito que hasta el propio vocero de la misma llega a creerlo y desarrolla una gran voluntad para que las cosas sucedan de acuerdo a la predicción.
Si sumamos el hecho de que ya ingresamos de lleno a la campaña electoral, entonces, se puede sostener que la cultura y el pensamiento anti mercado y de algunos sectores de la izquierda, no obstante su total insignificancia electoral, se desplegará con toda su potencia.
En el Congreso, por ejemplo, se acaban de reactivar diversos proyectos que pretenden limitar la extensión de la propiedad de las tierras agrícolas para demonizar a las corporaciones agrarias que han concentrado propiedad. Se dirá que son los nuevos “barones del azúcar” pese a que son sociedades anónimas con accionariado difundido y con trabajadores con todos los derechos sociales reconocidos. Es decir, la modernidad social en el campo. No se trata de formalizar a los campesinos sin títulos legales sino de atacar a los formales.
Algo parecido también se presenta con la discusión de la Remuneración Mínima Vital (RMV), que alienta la aristocracia laboral de la CGTP. En vez de reducir los costos laborales para formalizar a más del 70% de los trabajadores sin derechos, se propone seguir elevando las murallas contra la formalización. Felizmente la Asociación de Gremios Pyme del Perú ya se opuso frontalmente y representa una voz que se escucha.
Pero lo más grave de todo es que se pretende legitimar la violencia como método de acción reivindicativa. En Islay, por ejemplo, no obstante que amainan las protestas, los llamados “espartambos” se han erigido como un grupo paramilitar que extorsiona a los ciudadanos y productores con cupos que elevan los costos de producir en la zona y, finalmente, nos demuestran que entre la delincuencia y el método de acción de algunos radicales anti minero existe una línea muy delgada.
Todos los criterios anti mercado que reseñamos quizá sean expresiones iniciales de un ventarrón izquierdista que se avecina hacia el 2016 en medio del enfriamiento de la economía. Ante semejante escenario, las fuerzas que apuntan a preservar las vigas maestras del modelo que nos ha permitido crecer y reducir pobreza como nunca antes en la historia, deberían oponer una voluntad poderosa, pero, como se dice, no se oye padre.
Por angas o por mangas, las organizaciones democráticas han llegado a una situación en la que ya no se puede mantener la bipolaridad de vestirse con la izquierda en las elecciones y con la derecha en el ejercicio del gobierno, tal como ha venido sucediendo con la democracia post Fujimori.
22 - May - 2015
COMENTARIOS