Las bancadas de la centro derecha –entre ellas Fuerza Po...
Luego de que las autoridades panameñas señalaran su disconformidad con la etiqueta de Pura Vida (no consideraban que era leche), y no obstante que ella estaba de acuerdo al registro industrial de la Dirección General de Salud, en el Perú se desató una ofensiva contra la industria alimentaria que no tiene cuándo parar. En otras palabras, si hubo fallas tenían que ver con el Estado y no con las empresas.
Hoy Pura Vida está nuevamente en el mercado con un registro industrial diferente. Sin embargo, como parte de esta estrategia contra la industria alimentaria, se ha aprobado una ley que prohíbe usar leche en polvo importada en productos lácteos —contraviniendo todos los TLC firmados por el país— y, en un arranque de populismo, el Ejecutivo propuso un sistema de etiquetados en base a octógonos prohibitivos, que solo se utilizan en Chile sin resultados conocidos.
En el Congreso, en afán de contemporizar en el debate, se propuso un sistema de semáforos que mejora en algo la información brindada a los consumidores; porque mediante los colores rojo, amarillo y verde, se señala que nivel alto, medio o bajo de azúcar, sodio, grasa saturadas y grasas trans, en los productos industriales, es bueno o malo para la salud.
En este portal consideramos que el Perú debería seguir el ejemplo de los países desarrollados, que tienen los mejores sistemas de salud y los niveles de esperanza de vida más altos. En esos países se informa adecuadamente a los consumidores, y a nadie se le ocurre plantear sobrerregulaciones y etiquetados prohibitivos. En los países desarrollados se siguen las recomendaciones del Codex Alimentarius, que priorizan la información sobre cualquier alerta prohibitiva. Entre las principales consideraciones del Codex —al cual se han adherido 188 países— están que se debe informar para que el consumidor discrimine, que la etiqueta contenga datos sobre el alimento y también que existe una clara prohibición: que la información suscite o provoque miedo. Del modelo chileno de los octógonos rojos prohibitivos, que se implementa desde el 2016, no se conocen resultados, mientras la obesidad sigue disparándose en el vecino del sur.
Una de las cosas que llama la atención es que los defensores de los octógonos prohibitivos pretenden erigirse en los defensores de la salud desde la academia, e incluso niegan la posibilidad de fomentar mayores niveles de reflexión en el consumidor a través del sistema de semáforos.
Según un estudio de la especialista en neuromarketing Liliana Alvarado —de la Universidad de Harvard— sobre la respuesta ante dos propuestas de etiquetado (con 60 participantes), entre el 80% y el 90% de las decisiones de consumo se producen de manera inconsciente. Los métodos utilizados en el experimento se basa en el análisis de reacciones oculares (eye tracking) y reacciones faciales (face reading), entre otros.
Según el eye tracking, el semáforo produce mayor atención y retención visual en promedio (semáforo 2.08 segundo, octógono 1.52 segundos), y mayor exploración visual en promedio (semáforo 6.8 segundos, octógono 5.3 segundos). Además, en promedio, el semáforo es detectado con mayor rapidez que el octógono (semáforo 1.57 segundos, octógono 2.2 segundos).
El eye tracking permite confirmar que la búsqueda de información nutricional en el semáforo es mayor con respecto al octógono en promedio (semáforo 7 visitas vs. octógono 5.6 visitas). Igualmente la visualización también favorece al semáforo en promedio, con 97% frente al 74.6% del octógono.
Como se aprecia, ni la realidad ni la academia están del lado de las tendencias prohibitivas en la alimentación de los consumidores. La experiencia de los países desarrollados nos señala que solo la buena información posibilita incrementar la esperanza de vida de la gente. Y el estudio de neuromarketing de Alvarado nos confirma que a mayor prohibición en el etiquetado menos reflexión y menos búsqueda de información en los consumidores.
La ofensiva anticapitalista contra la industria alimentaria se desata no obstante que en el Perú solo el 10% de la ingesta alimentaria corresponde a los alimentos industrializados, y que el 43.5% de los niños padece el flagelo de la anemia. Priorizar debates sobre la obesidad en un país con casi la mitad de la niñez en anemia es una tremenda frivolidad. El objetivo de la campaña contra la industria alimentaria es evidente: enfrentar consumidores con empresas para ahogar el desarrollo de los mercados.
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