Ignacio Blanco

La cuestión social: una tradición viva en el nuevo pontificado

Elección del nombre León XIV es un gesto cargado de significado

La cuestión social: una tradición viva en el nuevo pontificado
Ignacio Blanco
14 de mayo del 2025


Hace unos días, el recientemente electo Papa explicó una de las razones que lo movieron a asumir el nombre de León XIV: la referencia a su predecesor León XIII, quien estuvo al frente de la Iglesia en un cambio de siglo caracterizado por grandes desafíos en materia espiritual, doctrinal, social, política y económica. Recordemos que el Papa León XIII es autor de la encíclica
Rerum novarum, que abrió un nuevo capítulo en la bimilenaria historia de la enseñanza social de la Iglesia al ser la primera de una serie de documentos papales dedicados enteramente a abordar la cuestión social. 

Rerum novarum respondió a los graves desequilibrios generados por la Revolución Industrial y a la emergencia del proletariado obrero. Frente al avance del liberalismo individualista y al surgimiento del marxismo de corte revolucionario, León XIII defendió tanto la dignidad del trabajador como el derecho a la propiedad privada, sentando los fundamentos de una enseñanza social centrada en la justicia, la solidaridad y el bien común.

Desde entonces, cada nuevo documento dedicado a la cuestión social ha buscado responder a los desafíos concretos de su tiempo, dando continuidad y profundidad a esa primera intuición: el mensaje del Evangelio ilumina toda la realidad humana y, por tanto, aporta una luz sobre las cuestiones sociales. Entre estos documentos destacan: Quadragesimo anno (Pío XI, 1931), publicado en el contexto de entreguerras y la Gran Depresión, en el cuadragésimo aniversario de Rerum novarum; Mater et magistra (Juan XXIII, 1961), que abordó, entre otros temas, los desequilibrios del desarrollo económico, el desarrollo agrícola, la justicia internacional y la brecha entre países ricos y pobres; y Pacem in terris (1963), también de Juan XXIII, que reflexiona sobre la verdadera paz en un contexto de tensión nuclear, luego de dos guerras mundiales.

Con Pablo VI y Populorum progressio (1967), la Iglesia alzó la voz ante el neocolonialismo y la injusticia estructural, destacando los pilares sobre los que debe edificarse un progreso verdaderamente humano. Por su parte, Juan Pablo II, con Laborem exercens (1981), Sollicitudo rei socialis (1987) y Centesimus annus (1991, en el centenario de Rerum novarum), ofreció una lectura cristiana del trabajo, del desarrollo humano integral y de los desafíos que trajo consigo la caída del comunismo y el previsible dominio del capitalismo global.

Mención aparte merece el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, publicado en 2004 por el Pontificio Consejo Justicia y Paz, que sistematizó los aportes del magisterio pontificio hasta ese momento sobre temas sociales. Este valioso instrumento reúne principios, criterios y orientaciones con un enfoque teológico y pastoral. Cabe resaltar que está especialmente dirigido a los laicos creyentes, llamados a aplicar estos principios en las realidades concretas del mundo en el que vivimos.

A Benedicto XVI le tocó afrontar la crisis económica global de 2008. En su encíclica Caritas in veritate (2009), ofreció una profunda crítica al relativismo y a los peligros de una economía desvinculada de la ética. Por su parte, el Papa Francisco ha aportado con Laudato si’ (2015) y Fratelli tutti (2020), integrando al horizonte de la cuestión social los desafíos ecológicos, la cultura del descarte, la fraternidad universal y la necesidad de una economía más humana.

Este secular camino de reflexión ha recibido críticas desde distintos frentes. Algunos consideran que la Iglesia no debería pronunciarse sobre temas sociales, económicos o políticos por exceder al ámbito religioso. Otros sostienen que las enseñanzas del Magisterio social son meras declaraciones de principios difíciles de aplicar en la realidad. Sin embargo, desde sus orígenes, la Iglesia ha sido consciente de que nada humano le es ajeno y que, como afirmaba León XIII, está llamada a pronunciar “la palabra que le corresponde” sobre estas cuestiones.

Desde esta perspectiva, la elección del nombre León XIV representa un gesto cargado de significado. Referirse a León XIII sugiere la voluntad de continuar y renovar una misión iniciada hace más de 130 años: ofrecer desde el Pontificado una palabra de discernimiento y esperanza en medio de las crisis contemporáneas. El nuevo Papa enfrenta desafíos urgentes en el marco de una fuerte polarización ideológica: las guerras, el aumento de las desigualdades, la fragilidad de las democracias, los riesgos que presenta la inteligencia artificial para el mundo del trabajo, entre muchos otros. Esta tarea plantea al Papa León XIV un reto particular: comunicar el mensaje evangélico de igualdad, justicia, solidaridad y bien común lejos de la retórica del marxismo y el socialismo que en sus ciento y pico años de existencia lo único que han generado es más pobreza, muerte, ineficiencia estatal y altísimos niveles de corrupción.

La fidelidad creativa a la tradición de las enseñanzas sociales de la Iglesia será un norte claro desde el cual León XIV podrá iluminar los graves problemas de nuestro tiempo con la luz del Evangelio.

 

Ignacio Blanco es director de Contenido de la Asociación Origen

Ignacio Blanco
14 de mayo del 2025

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