Carlos Adrianzén

¿Es usted solo otro trompista más?

Sobre los desconciertos e inseguridades ideológicas que genera el presidente de EE.UU.

¿Es usted solo otro trompista más?
Carlos Adrianzén
14 de mayo del 2025


¿Es usted solo otro trompista más?

Sobre los desconciertos e inseguridades ideológicas que genera el presidente de EE.UU. 

Una de las facetas más tristes y opacas de la discusión pública sobre temas económicos y políticos implica el uso de las etiquetas. Ellas se prestan para insultar, estigmatizar o confundir.

Sin embargo, las etiquetas también tienen un lado bueno: permiten identificar un sujeto claramente delimitado. Y ordenarse. Y un lado malo: no pocas veces facilitan el minimizar la reflexión sobre esta materia o lo que resulta incluso peor, ajustarla a mis creencias o sentimientos, despreciando los hechos y la lógica. 

Pero tiene también un lado feo. Permiten confundir y hasta estigmatizar a placer de quien las asigna. Esto último –de acuerdo a ignorancias, prejuicios y odios– en tiempos de alta polarización, llega a ser una práctica cómoda y difundida. Para uno y otro bando, quien no piensa como ellos, es un sujeto deplorable; en la ácida boca de la ex candidata presidencial norteamericana Hillary Clinton. En el Perú, donde la discusión política no se caracteriza por su profundidad, los etiquetados como de caviares ladrones o de Derecha Bruta y Achorada –no importando la torpeza o inteligencia de sus palabras– son tratados como deplorables. 

Aquí, con la llegada del neo-marxismo desde los años noventa, el rol estigmatizante de las etiquetas se refleja nítidamente en nuestros estimados de Gobernanza estatal. De hecho, para algunos los caviares ladrones son casi nada Ladrones. Y viceversa.

Sobre el llamado trompismo

Establecido este sencillo marco referencial y para hablar seriamente del tema, el vocablo “trompista” requiere usarse con precisión. De otra forma solo haríamos el ridículo usual (en esta parte del planeta) donde en casi todos los temas de discusión, cada quien define este a su discreción. Es decir, donde cada quien habla de cosas muy diferentes asumiendo –por ignorancia, emociones o creencias– que son lo mismo.

Forzando las cosas, podrían decirse muchas cosas del movimiento político que lidera Donald J. Trump en los Estados Unidos de Norteamérica. Primero que es un fenómeno estadounidense. Que su líder –a pesar de las pasiones y aversiones que despierta– toma poses estentóreas, estratégicas y sobre todo cambiantes.

Que el trompismo entre en conflicto con facilidad y desinfla globos y muta a su discreción. Las poses del elegido por la mayoría de los norteamericanos, ni son diplomáticas en extremo, ni consideradas con los cánones de múltiples grupos de interés. Grupos otrora intocables.

No es casual que si alguien dice algo que desagrade a estos grupos es –para este polarizado sector– un trompista deplorable, deleznable, despreciable, racista, apestoso, abusivo, mercantilista, etc. Y, por supuesto, cae en esta categoría quien no sale a defenderlos rabiosamente. 

A pesar de ello, me imagino los desconciertos e inseguridades ideológicas íntimas que genera entre socialistas y mercantilistas locales el presidente elegido por los norteamericanos. Ellos cargan con un gran peso. Además de mercantilistas y socialistas –que han salido, o no han salido del closet del centro político, el filo senderismo, el fujimorismo sin Fujimori o el progresismo globalista– podrían ser otros trompistas. 

Aunque vociferen rabiosa –y hasta convincentemente– que ellos jamás serían lo que son; hoy, con el fin de ayudarlos en su horrible problema de identidad interna, y protegido por la extrema seriedad del animus iocandi (léase, las puras ganas de fastidiar), les arrimaré el hombro buscando resolver, en la reservado lectura de un cuestionario minucioso, el dilema de si son o no trompistas. Para el instrumento resulta irrelevante, si salieron o no de su closet ideológico.

Sin mayores preámbulos vayamos al punto.

 

Cuestionario Único: ¿es usted trompista?


Indicaciones: Cada Opción Respondida Vale dos Puntos. Cada opción no respondida será considerada como indiferente. De hecho, la indiferencia respecto a cualquier materia planteada implica una posición definida, computable.

 

 

Opción 1: Coincido

Opción 2:

No coincido

Opción 3:

Indiferente

A

Me agrada Donald J. Trump, condicionalmente

     

B

Me agrada Donald J. Trump, incondicionalmente

     

C

Me agrada el equipo de presidente Donald J. Trump, condicionalmente

     

D

No Me agrada Donald J. Trump

     

E

No me agrada Donald J. Trump, pero hace cosas buenas para los EE UU

     

F

Me agrada Donald J. Trump y le conviene a Latinoamérica

     

G

Me agrada Donald J. Trump pero no le conviene a Latinoamérica

     

H

Me Agrada Kamala Harris y el USAID

     

I

No me agradan ni Kamala Harris ni el USAID

     

Si su puntaje implica tres coincidencias y tres indiferencias entonces usted es un trompista convicto y confeso. Si, en cambio, su puntaje resulta menor, entienda que usted es solo otro acomodaticio que no ha salido del closet. 

Y hace bien, si lo estigmatizan como trompista grupos de interés lo atacarán sin otros motivos que la rabia y la ideología.



 

Reflexión de cierre

Volviendo a lo serio, es fundamental no tomar en serio el vocablo trompismo. El aludido negocia, truca y retruca. Un día ama, otro denosta. No existe una definición única y aceptada de trompismo. Abundan los tontos que lo definen desde sus bolsillos.

El presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, como cualquier otro jefe de estado del planeta –Sheinbaum, Putin, Maduro, Milei, Sanchez, Diaz Canel, Petro, Macrón, Castro, et al– será evaluado por sus compatriotas y electores. A ellos les corresponde.

No se deje tontear

PD: La Tabla, animus iocandi, debe ser evaluada reconociendo –penosamente– que usted puede estar rabioso por algo que legalmente no le incumbe.

Carlos Adrianzén
14 de mayo del 2025

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