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Responsabilidades y culpas en la desaceleración económica
Las malas noticias económicas siguen acumulándose. La economía del Perú creció 1.22% en mayo. La expansión moderada de la minería y pesquería (los servicios y comercio igualmente crecen) evita que el país se deslice hacia el abismo de la recesión. La construcción se desplomó en 13.56%, cifra que revela que no hay avances significativos en el gasto público. Asimismo, la industria no primaria se cayó en 5.74%. Es evidente, pues, que el frenazo es más grave de lo que pensamos.
El economista César Peñaranda en un interesante artículo en el diario Gestión ha sostenido que las exportaciones, la demanda interna privada (consumo e inversión) y la productividad ya no crecen más y el resultado es el frenazo.
Entre el 2001-2012 las exportaciones pasaron de US$ 7,000 millones a US$ 47,000 millones. Si bien el incremento se explica por la subida de los precios de los minerales también es incuestionable una expansión de más de 200% en volumen de las exportaciones no tradicionales. Hoy las exportaciones totales caen en más de 20% y las cuentas del país se ponen en rojo. Semejante contexto le permite a la izquierda enfilar contra el modelo económico y sostener que no debemos depender del precio de loscommodities, que el libre comercio apenas sirve, y que el estado debe entrar a las “tareas diversificadoras”.
No obstante, si los proyectos Conga, Tía María y otros que, según el IPE, suman alrededor de US$ 21,000 millones de inversión minera paralizada, hubiesen entrado en operación, ¿nuestras exportaciones habrían caído de semejante manera? Todos sabemos que no, incluso la propia izquierda.
El otro rostro negativo de la desaceleración de la economía es la caída de la inversión privada, que venía creciendo por encima de dos dígitos. En el 2014 cayó en el alrededor del 2% y para el 2015 nada indica que las cosas vayan a cambiar. El aporte privado representa más del 80% del total de lo invertido en el país. Lo mismos sucede con el consumo privado que, si bien no cae, apenas crece.
Cualquiera sea el ángulo de análisis, la desaceleración es más grave de lo que parece y, de una u otra manera, el horizonte negro de la recesión no parece tan lejano. Si bien es verdad que, en la lentificación del crecimiento, tiene que ver el descenso de los precios de loscommodities y la irresponsabilidad del gobierno nacionalista que envenenó los mercados y la confianza empresarial en los primeros dos años de su administración, es evidente que el frenazo también tiene que ver con las reformas de segunda generación que venimos postergando desde una década atrás. Otros dirían en la ausencia de reformas para desarrollar una economía competitiva.
El déficit de las infraestructuras que AFIN calcula en US$ 88,000 millones no permite que prosperen inversiones en los sectores no vinculados a la explotación de recursos naturales. Así como no hay mercado sin infraestructuras legales tampoco hay mercado sin carreteras y energía para producir. Los problemas acumulados en la educación tampoco permiten la emergencia de una fuerza laboral, de una élite emprendedora que se lance a conquistar espacios diversos y complejos en la economía. Ni que decir de los problemas institucionales vinculados a la seguridad, la justicia y demás trámites que ahogan las iniciativas de la sociedad.
Si vemos las cosas así todos somos responsables del frenazo, pero, sobre todo, las culpas están del lado del estado, de los políticos, de la élite, y no del mercado, como suele propagandizar la izquierda.
17 – Jul – 2015
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