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Disecando otro relato de la izquierda contra las industrias extractivas
Uno de los principales relatos de la narrativa izquierdista para oponerse a las actividades extractivas sostiene que éstas condenan al Perú a ser un país exportador de materias primas, sin posibilidades de alcanzar su desarrollo industrial. ¿Es esto cierto? Un estudio preliminar sobre la pesca nos revela, a la luz de las cifras, que eso no es verdad.
Dicho estudio, realizado por la Sociedad Nacional de Pesquería (SNP), revela que por cada empleo directo que crea la pesca industrial se generan aproximadamente otros 17 empleos en las industrias y servicios colaterales a esa actividad. Es toda una cadena productiva.
Además de la manufactura de aceite y harina de pescado, la pesca industrial impulsa la industria conservera, la industria metalmecánica -construcción y mantenimiento de embarcaciones pesqueras- y también las industrias de refrigeración y de aparejos para la pesca industrial.
La cadena productiva también incluye a las empresas que brindan servicios logísticos diversos a las embarcaciones que salen de pesca: abastecimiento de combustibles, alimentos y agua; mantenimiento de puertos, servicios portuarios, sistemas de comunicaciones, equipos de seguridad, etc.
Otro ejemplo interesante es el de la industria del cemento. Una empresa cementera del norte ha reportado que sus ventas en esa zona dependen en buena parte de cómo le vaya a la pesca: si ésta es buena la gente tiene más ingresos y compra más cemento para construir o mejorar sus viviendas.
Pero, además, la actividad pesquera en general contribuye al PBI nacional con un promedio histórico aproximado de dos puntos porcentuales. El 2014 fue una excepción -aportó solo un punto- debido a las restricciones impuestas a la pesca industrial de anchoveta.
Al levantarse este año, por mandato judicial, las restricciones a la pesca industrial, en la primera temporada del año (enero a julio), se logró extraer el 89% de la cuota total asignada por la autoridad pesquera (2’580,000 toneladas), un incremento de 154% respecto al 2014 que, en gran parte, explica el 4.2% de crecimiento del PBI en abril.
La pesca también contribuye al país con sus exportaciones -principalmente harina y aceite de pescado- que en el último quinquenio alcanzaron un promedio histórico anual de US$2,000 millones. El 2014 también fue la excepción al exportarse US$1,000 millones menos de lo esperado.
Algo parecido sucede con las demás actividades extractivas. La minería, por ejemplo, también genera cadenas productivas que impulsan el desarrollo de la industria metalmecánica, de la construcción y de la generación eléctrica, entre otras.
La compleja logística que demandan las operaciones mineras también impulsa otras actividades económicas, como la producción de uniformes de trabajo y equipos de seguridad para minas, servicios de transporte, mantenimiento de equipos y repuestos, provisión de alimentos, agua y medicamentos, mantenimiento de campamentos, etc.
Un estudio del Instituto Peruano de Economía (IPE) nos muestra que que por cada empleo directo que crea la minería, se generan otros nueve indirectos. Un ejemplo ilustrativo es Cajamarca, donde la parálisis del proyecto Conga dejó sin empleo a unos 6000 trabajadores y derivó en una virtual recesión económica regional.
Es falso entonces que la explotación de nuestros recursos naturales significa “reprimarizar” la economía. Al contrario, cada actividad extractiva mueve a su alrededor muchas otras empresas, por eso ha sido decisiva para que el Perú haya reducido la pobreza de 60% a 22%. Y, por supuesto, para el surgimiento de la nueva clase media.
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