La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Congreso debería congelar reformas políticas e iniciar un debate nacional al respecto.
Perú tiene una democracia representativa con una permanente crisis de representación, tal como lo reconocen tirios y troyanos, especialistas y ciudadanos de a pie. Una crisis de representación en una democracia representativa es, en sí misma, un verdadero oxímoron. En otras palabras, una contradicción insalvable. La última encuesta nacional de IPSOS PERÚ nos presenta cifras aterradoras sobre la aprobación de los tres poderes del Estado: 80% desaprueba al Congreso, 72% al Ejecutivo y 76% al Poder Judicial. ¿Cómo puede funcionar una democracia representativa si dos poderes elegidos por sufragio padecen de tanto rechazo?
En ese contexto, desde la formulación de la Constitución (1993) y del retorno a la democracia, se han aprobado diversas iniciativas para solucionar la crisis de representación. Entre las últimas está la que prohíbe la reelección de alcaldes y presidentes regionales (hoy gobernadores) y también el proyecto de ley sobre transfuguismo, el de la curul vacía, entre otros. Las leyes aprobadas y las propuestas mencionadas constituyen una suerte de “parches” que se formulan a tontas y locas sin tener un diagnóstico real sobre las causas de la crisis del sistema político. Por ejemplo, en el país se ha avanzado en una aproximación que nos indica que debemos reformar el sistema electoral en base a distritos electorales pequeños, tal como sucede en las tradiciones constitucionales anglosajonas y que explican la longevidad de las democracias del Reino Unido y Estados Unidos. ¿Por qué los legisladores siempre abordan las consecuencias del problema y no el problema mismo?
Se muestra que los parlamentarios, ante la crisis del sistema político, sienten presión por hacer algo pero no saben a dónde disparar: la prohibición de la reelección de alcaldes y presidentes regionales es un yerro descomunal pues bloquea el desarrollo de liderazgos y movimientos regionales que naturalmente buscan la reelección mediante gestiones eficientes y la aprobación ciudadana en las grandes democracias. Por ejemplo la carrera política de la mayoría de los presidentes de Estados Unidos se ha desarrollado desde la base hasta la cúspide, de ahí que tales mandatarios hayan sido gobernadores de diversos Estados. La prohibición de reelección de las autoridades de los gobiernos subnacionales, por el contrario, reforzará el centralismo de los partidos limeños y de las cúpulas partidarias que, ante la ausencia de líderes locales y regionales con peso propio, centralizarán de nuevo todas las decisiones habidas y por haber.
En las democracias saludables no existe contradicción entre la carrera política de líderes locales y regionales, por la sencilla razón que el sistema electoral de distritos pequeños garantiza una sólida legitimidad de la cámara baja en tanto que una cámara alta basada en circunscripciones regionales o nacionales complementa la idea de quienes representan a la Democracia a nivel nacional frente a las autoridades locales y regionales.
De una u otra manera, en el debate actual de la reforma electoral demostramos una perpetua improvisación y también una clara voluntad de evadir el problema o de coger el rábano por las hojas. Si los congresistas son tan fervientes anti-reeleccionistas, ¿Por qué no aprueba entonces la NO reelección de los parlamentarios? Una pregunta irónica con la que no estamos de acuerdo pero que revela la confusión y los intereses entremezclados que hay en el debate.
Quizá lo más prudente sea que todos los actores políticos coloquen en la congeladora sus iniciativas de “reforma electoral” e inicien una gran discusión nacional sobre cómo resolver la crisis de representación que afecta a la democracia peruana.
16 - Mar - 2015
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