Editorial Política

La Cade y las cuerdas que se separan

Reflexiones sobre políticas públicas y crecimiento

La Cade y las cuerdas que se separan
  • 30 de noviembre del 2017

 

La Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE 2017) que se realiza en Paracas tiene como lema “Un solo Perú, no más cuerdas separadas”. Un lema que, en términos gruesos, alude a la distancia entre la política, las políticas públicas y las instituciones, frente al sorprendente crecimiento económico de los últimos 25 años, que ha posibilitado triplicar el PBI, arrinconar la pobreza a solo el 20% de la población y expandir a las clases medias. El espíritu del lema revela una apreciación que nos parece correcta: el crecimiento no continuará si los políticos no deciden emprender una segunda generación de reformas en cuanto a instituciones, infraestructura, educación, salud y régimen laboral.

Sin embargo en la CADE puede existir una pequeña tentación: atribuir todas las responsabilidades de las cuerdas separadas a los políticos. Y algo así sería un tremendo error. El problema es mucho más complejo. La política se distancia de la economía a tal extremo que se comienza a aprobar una legislación claramente anti inversión y anti mercado. ¿Por qué las cuerdas se separaron tanto?

En los últimos 25 años ha surgido el sector privado más poderoso y más masificado en la historia del Perú, tanto formal e informal. Finalmente, la democracia que avanza hacia su quinta elección nacional ininterrumpida, la expansión del bienestar y la reducción de pobreza no se podrían explicar sin el aporte privado. Una de las grandes novedades históricas del último cuarto de siglo es el proceso de mayor inclusión social, económica y política —junto al increíble protagonismo privado— de toda nuestra experiencia republicana. Quizá por esa razón el viejo Marx señalaba, en el siglo XIX, que “la democracia era el régimen de la burguesía”. Bueno, el Perú tiene una burguesía por primera vez.

Sin embargo en ese impresionante sector privado —sobre el cual se construyen el nuevo Perú y las bases de la peruanidad— se olvidó que el combustible, la energía que permite que las democracias y las sociedades abiertas avancen hacia el desarrollo es la lucha ideológica. Nuestro empresariado, de una u otra manera, ignoró que debe convertirse en clase dirigente. ¿A qué nos referimos?

En una sociedad abierta —en la que existe una pluralidad absoluta de ideas— el Estado, la política y las políticas públicas son espacios permanentes de disputa ideológica. Si bien en el Perú la izquierda no suele ganar las elecciones, sí ha construido una hegemonía ideológica y cultural que atraviesa a todas las instituciones del Estado y permea a los partidos políticos. La expresión de esta ofensiva ideológica es la manera cómo las propuestas anticapitalistas pretenden apropiarse de los temas ecológicos y medioambientales, de la defensa del consumidor y de diversos asuntos, con el objetivo de detener las inversiones, ralentizar la economía y desatar el escepticismo nacional en contra de la economía de mercado.

¿Por qué las propuestas anticapitalistas comienzan a ganar la batalla ideológica, inclinando las políticas públicas a favor de medidas populistas? ¿Por qué en el Ejecutivo y el Legislativo comienzan a hacerse de la vista gorda con respecto a la urgencia de las reformas de segunda generación? ¿Por qué parece imposible una reforma de la legislación laboral? La respuesta es simple: el tablero ideológico está claramente inclinado hacia el lado izquierdo.

Las propuestas anticapitalistas avanzan porque han construido un verdadero ejército de instituciones, ONG y medios que desarrollan una intensa lucha ideológica, mientras que los defensores del mercado y de la libertad se dispersan en esfuerzos aislados. Allí está quizá la explicación fundamental del porqué las cuerdas se distancian tanto.

Sin la intensa lucha ideológica que desarrollan las sociedades abiertas no se podría imaginar la experiencia democrática de Estados Unidos y el Reino Unido. Allí el sector privado no solo es poderoso, sino que se convierte en clase dirigente. Como se sabe, los partidos políticos, en el afán de ganar electores, tienden naturalmente al populismo. Sin la confrontación ideológica permanente, a lo mejor, los partidos Demócrata y Republicano de Estados Unidos ya se habrían resbalado en los populismos y estatismos que el planeta conoce en otras latitudes.

 

  • 30 de noviembre del 2017

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