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Cómo los marxistas se visten de ecologistas para socavar la economía de mercado
Para nadie es un secreto que los intelectuales y militantes marxistas de diverso signo se quedaron en la orfandad ideológica después de la caída del Muro del Berlín y del desplome del llamado “socialismo real”. La disputa en el siglo XX por la preeminencia ideológica terminó con una victoria parcial a favor de la democracia, el mercado y la libertad, pero esto no fue el fin de la historia. Los proyectos antiglobalizadores regresaron con los fundamentalismos islámicos y diversos nacionalismos, pero nada hacía presagiar la singular mutación del marxismo hacia “una interpretación ecológica”.
De pronto, el barbado Marx, que había propuesto el desarrollo de las fuerzas productivas -con el carbón de la revolución industrial-, como una manera de superar el capitalismo, habría sido un tierno defensor de la ecología planetaria. La mutación marxista daría para escribir libros y papers, pero aterricemos en el país. El ecologismo radical nunca ha tenido fuerza política ni importancia en el Perú, pero el hecho que los demócratas y liberales hayan soslayado la defensa del medio ambiente ha significado que los extremistas sean identificados hoy como ecologistas.
Estos grupos han tomado el Ministerio del Ambiente (Minam) y han creado tal cantidad de sobre-regulaciones contra las inversiones mineras, petroleras y energéticas que tienen mucho que ver con la desaceleración actual de la economía. Pero no solo se trata de caballos de Troya dentro del ministerio, sino que los grupos radicales juegan además desde afuera y apuntan al mismo objetivo. Un ejemplo clarísimo: cuando el ex ministro de Economía Luis Miguel Castilla lanzó un paquete de medidas para eliminar las sobre-regulaciones del extremismo ecologista, cerca de 100 ONG ambientalistas del mundo se pronunciaron en contra y lo calificaron de “paquetazo antiambiental”.
Con el desarrollo de la COP20 en Lima, los ecologistas radicales y los marxistas ataviados de verde han entrado en un febril activismo. El 25 de octubre se reunieron representantes de 67 organizaciones y acordaron impulsar la “II Marcha Nacional por el Agua, la Vida, los Derechos del Pueblo Trabajador y por la Madre Tierra los días 8, 9, 10, 11 y 12 de diciembre de 2014, en el marco de la Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP20) a llevarse a cabo en la ciudad de Lima”. Hasta allí todo parece una declaración de buena voluntad de ecologistas sinceros.
Pero si uno lee los considerandos de la llamada “Asamblea Nacional de los pueblos del Perú y del Tawantinsuyo” se desvela la naturaleza de estas organizaciones. Señalan que el “sistema capitalista de producción y su modelo extractivista neoliberal que aún opera en el país” son “los causantes directos del cambio climático que amenaza al mundo”. También aseveran que “es impostergable la tarea de confrontar radicalmente a este sistema económico y político, a fin de devolver el equilibrio perdido al mundo, a partir de la forja del poder del pueblo y el gobierno directo de este”. Bueno, más claro no cantan los gallos.
Es evidente que a los marxistas, en realidad, no les interesa el medio ambiente, sino combatir y ahogar la economía de mercado y la democracia. De lo contrario, no apuntarían sus sables ideológicos contra las inversiones en minería, que usan solo el 1% del agua disponible y la devuelven después reciclada.
En las inversiones en recursos naturales existen problemas ambientales mínimos. Los verdaderos problemas están en la basura y desagües de las ciudades que contaminan los ríos, en el parque automotor que envenena el aire y en la depredación de nuestros bosques por la minería informal, la tala ilegal y los sembradíos de coca. Ante todo esto, los ecologistas radicales no dicen esta boca es mía.
5 - nov - 2014
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