La comisión de Constitución del Congreso de la R...
La abogada y especialista en políticas públicas Cecilia Villegas, en un artículo publicado en el diario El Comercio, sostiene una tesis con la que es inevitable debatir y contraponer argumentos. Señala que el país es uno centralista, “cuya élite económica, cultural y social, localizada principalmente en Lima, tiene privilegios que son transmitidos de manera intergeneracional y excluyente…”. ¿De dónde se sacan semejantes tesis? Si en las élites peruanas no se comprenden las causas de nuestros problemas, entonces estamos condenados a que, más temprano que tarde, resurja la amenaza bolivariana de la asamblea constituyente.
En el Perú, en las últimas tres décadas, se ha producido la mayor movilización social y económica de nuestra historia republicana, que se expresa en uno de los empresariados más poderosos de la región y uno de los más extendidos e inclusivos. Hoy, por ejemplo, los antiguos latifundios o los llamados barones del azúcar asentados en la costa –en el siglo pasado– han sido reemplazados por empresarios de origen andino. En todos lados ha emergido una burguesía mestiza, chola, que ha modificado el panorama tradicional que asociaba la riqueza con los criollos de la costa y la pobreza con las mayorías de origen andino. Se llama la emergencia popular.
Para decirlo en otras palabras, en el país, bajo el impulso del crecimiento económico, se ha producido la emergencia de las nuevas clases medias que han acabado y sepultado las formas de racismo tradicional. Por ejemplo, Lima se ha convertido en la ciudad andina más grande del Perú, y los exclusivos barrios del sur de Lima son comprados abrumadoramente por los nuevos ricos emergentes y populares. ¿De dónde entonces surge el peligroso argumento acerca de que existe una élite cuyos privilegios se transmiten de manera intergeneracional?
Hablar de una élite cuyos privilegios se reproducen de manera intergeneracional, de una u otra manera, significa colaborar con el relato que justificará la asamblea constituyente. ¿Por qué? Los principales grupos económicos del Perú si hoy siguen teniendo preponderancia en la economía es por su capacidad de reforma e innovación en las últimas tres décadas, bajo la Constitución desreguladora de 1993 y los 22 tratados de libre comercio. Vale recordar que 30 años atrás ninguna empresa peruana aparecía entre las primeras 10 de América Latina. Hoy aparecen varias. Y la única explicación: se reformaron y se volvieron tan competitivas que pueden competir en cualquier parte del mundo, cualquiera sea el sector. De lo contrario habrían sido arrasadas considerando las decenas de TLC que liberalizan el comercio.
Ahora bien, es evidente que la revolución económica y social de las últimas tres décadas no se ha expresado en una nueva cultura y un nuevo Estado. Y a nuestro entender, allí están las causas de que la revolución capitalista se haya detenido y se desencadene la actual recesión. Si hay un lugar en donde falta movilidad es en el espacio de la cultura, hoy controlado mayoritariamente por las corrientes progresistas. Basta mirar los periódicos, una parte de las universidades, la academia y la cultura para percibir que hay mucho olor a siglo pasado. En donde puede haber cierto racismo, entonces, parece ser en los espacios de la cultura y del viejo Estado.
Es evidente que al empresariado nacional le faltan muchas cosas, que todavía existen áreas de la economía en las que faltan reformas; sin embargo, este sector representa uno de los mejores aportes de nuestra historia republicana, si consideramos que el PBI se ha multiplicado por cuatro y se redujo pobreza del 60% de la población a 20% antes de la pandemia (Luego de Castillo está en 27.5%).
De allí la importancia de focalizar correctamente de dónde provienen la exclusión y los problemas: desde el Estado, la cultura y la mala política. Por ejemplo, si hoy sostenemos que parte del Congreso está tomado “por economías ilegales” deberíamos precisar que hemos llegado a esta situación por “las reformas” y destrucción del sistema político que impulsó el progresismo. Si hablamos de la creciente informalidad debemos señalar la burocratización que también fomentaron las narrativas progresistas.
Finalmente, el sector privado nacional hoy aporta casi un tercio del PBI (de más de US$ 220,000 millones), una cantidad enorme considerando nuestra condición de sociedad de ingreso medio; sin embargo, no hay servicios de agua, alcantarillado, electricidad. El motivo: la burocratización del Estado y los relatos progresistas que han terminado bloqueando la posibilidad de una reforma del Estado.
Y algunos quieren limpiar el rostro del fracaso estatal y de la cultura y cargarle las culpas al sector privado.
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