Editorial Política

El cardenal y los sacerdotes anticapitalistas

Sector de la Iglesia en feroz ofensiva anti empresarial

El cardenal y los sacerdotes anticapitalistas
  • 13 de junio del 2018

 

Una de las cosas que más sorprende de la doctrina social de la Iglesia es que, bajo su sombra protectora, puedan prosperar todas las visiones ideológicas que se enfrentaron durante la Guerra Fría del siglo XX. Y no obstante que la encíclica Centesimus Annus de Juan Pablo II, de alguna manera, dejó en claro el ajuste de cuentas del pensamiento de la Iglesia con los sectores anticapitalistas y autoritarios del planeta. En la mencionada encíclica la Iglesia asume una de las posturas más críticas en contra del “socialismo real”, que se caía a pedazos en Europa del Este.

Estas reflexiones adquieren enorme actualidad con la designación de Pedro Barreto como nuevo cardenal del Perú. El mencionado pastor de la Iglesia es conocido por sus claras posiciones en contra de la minería y por ese tufillo anti empresarial que se apodera de parte de nuestra sociedad. El nuevo cardenal, por ejemplo, ha señalado que el Perú “no es un país minero, sino esencialmente agrícola”, que “no se puede dejar total libertad a los empresarios que quieren invertir” y que “hay como una especie de carta abierta o libre para aquellos que hacen inversión”. No son declaraciones de Marco Arana, ex sacerdote y líder del Frente Amplio, son las declaraciones del nuevo cardenal.

Por si existiese dudas, esta semana la Conferencia Episcopal Peruana, en el comunicado “Por un Perú nuevo donde reine la justicia” (firmado solo por un sector de obispos), se pronuncia en contra de una política económica que “grava a los más pobres mientras se favorece a las grandes empresas”. Asimismo se llega a sostener que “no se puede cargar más impuestos a los trabajadores que sufren por mejoras económicas, mientras que por otro lado, se mantienen empresas exentas de pago de impuestos por décadas y gozan de todavía de privilegios”. No se trata de un pronunciamiento de Gregorio Santos ni de Antauro Humala, sino un mensaje de un sector de obispos del Perú.

¿Cómo se puede entender este mensaje cuasi marxista en pastores de la Iglesia? Luego de que el presidente Vizcarra señalara que grandes empresas adeudaban el 1% del PBI al Estado —no obstante que estas supuestas obligaciones estaban en litigio en el Tribunal Fiscal, en el Poder Judicial y el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial— señalamos que los registros de la SUNAT indicaban que el 0.5% de los contribuyentes aportan el 83% de los ingresos fiscales y que el 70% de la recaudación por impuesto a la renta proviene del aporte de las empresas. Además deslizamos la tesis de que ese supuesto 1% de obligaciones en litigio proviene de los principales 10 contribuyentes del país. ¿Cómo entonces un sector de obispos habla de empresas exentas del pago de impuestos, si las compañías del Perú paran la olla fiscal? Por favor, si se conoce de algún caso particular que el sector de obispos precise de qué entidades se habla. ¿O solo estamos repitiendo los discursos de Marco Arana?

La razón de que el mensaje anticapitalista se infiltre en el mensaje católico tiene que ver con la opción preferencial por los pobres que cultiva la Iglesia. En ese terreno, algunos sacerdotes solo contemplan nieblas y se estrellan con gruesos muros. Quizá lo primero que se debería entender es que si hoy en el planeta solo hay 10% de extrema pobreza es por la globalización de los mercados. También se debería entender que si hoy el Perú ha reducido pobreza del 60% de la población a solo 20% se explica porque las reformas de los noventa posibilitaron el desarrollo del capitalismo. O quizá se debería entender que allí donde no hay capitalismo (Cuba, Corea del Norte y Venezuela) solo hay pobreza, tragedia, autoritarismos y dictaduras.

Ahora bien, ¿por qué sigue existiendo pobreza y exclusión en el Perú? Desde este portal planteamos una reflexión a nuestros obispos desconcertados: porque falta capitalismo. Por ejemplo, los nativos de la Amazonía y los campesinos de los proyectos mineros adyacentes están excluidos de los beneficios de la globalización porque no tienen derechos de propiedad ni de empresas. Existen comunidades nativas que venden un árbol de caoba por un kilo de arroz y otro de azúcar, mientras que ese mismo árbol en listones vale US$ 40,000 en California. La explicación: los nativos no pueden exportar porque no pueden formar empresas —como las transnacionales— sin los demás derechos. Así están las cosas en el siglo XXI.

En cualquier caso los evangelios de la Biblia no enseñan economía. Si de opción preferencial por los pobres se trata, nuestros obispos anticapitalistas deberían leer El Otro sendero de Hernando de Soto, libro en el que se desarrolla la opción preferencial por los pobres desde la libertad económica. Puede ser la solución a la gran confusión económica.

 

  • 13 de junio del 2018

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