Editorial Política

Después del republicanismo, el vacío

Las instituciones y los plazos constitucionales

Después del republicanismo, el vacío
  • 01 de agosto del 2019

 

A propósito de la propuesta del presidente Vizcarra de alterar los periodos institucionales establecidos para el Ejecutivo y el Legislativo en la Constitución, algunos profesores de la PUCP, periodistas y sociólogos —todos ellos aparentemente excomunistas— salieron a respaldar la iniciativa presidencial. Algunos sostuvieron que “la democracia directa” y “la permanente consulta con el pueblo fortalecían a la democracia”, y otro profesor PUCP, más osado intelectualmente, llegó a sostener que el republicanismo estaba enemistado con el pensamiento conservador. En cualquier caso, se abre un interesante debate.

Antes de continuar queremos plantear la siguiente tesis: la permanencia de las instituciones republicanas no solo depende de que los actores sigan los procedimientos constitucionales, sino también del respeto a los periodos institucionales establecidos en la Constitución. En una república como Estados Unidos, los presidentes pueden fallecer o renunciar, pero la institución presidencial dura cuatro años, al margen de que llueva fuego o azufre. ¿Qué pretendemos decir? Que el plazo constitucional de las instituciones no solo es la forma sino el fondo de la continuidad de cualquier república. De allí la oposición cerril de este portal a cualquier posibilidad de modificar los plazos establecidos en la Constitución por la estratagema de un sector político de seguir controlando instituciones.

Pero volvamos sobre el tema de qué se puede definir como republicanismo. La idea de República nació con la república romana luego de que se derrocara la monarquía de Tarquino El Soberbio. La república latina se prolongó por más de cuatro siglos y medio hasta que Cayo Julio César cruzó el Rubicón e instauró el imperio de los césares. La república romana entonces es la república más longeva de la historia de la humanidad, y se caracterizó por el gobierno de las instituciones, el contrapeso y el control entre ellas, y la representación de todas las clases de la sociedad. En la república había mayorías, es verdad, pero gobernaban las instituciones. Únicamente cuando las mayorías se impusieron a las instituciones con el cesarismo se asesinó a la república, a la libertad.

Julio César

Más tarde, los padres fundadores de Estados Unidos, lectores y estudiosos acérrimos de la experiencia romana, también se decidieron a fundar una república. Cuando a ellos se les preguntaba, por ejemplo, si estaban organizando una democracia, la respuesta solía ser más o menos la siguiente: democracia hubo en Grecia y en el final de la República romana, porque en la democracia gobiernan las mayorías. Agregaban que ellos estaban construyendo una república.

A la luz de del debate alrededor del futuro de la revolución francesa, en que las masas y las mayorías decapitaban a todas las instituciones existentes y “refundaban la sociedad sobre la idea del hombre nuevo”, emergió una visión conservadora republicana en guerra ideológica frontal con el jacobinismo naciente, antes de Marx y de la revolución bolchevique del siglo XX. De ese conservadurismo republicano —que no niega el cambio y la reforma, sino que se opone a la refundación de la sociedad que niega las instituciones existentes— también se nutrieron los padres fundadores de Estados Unidos.

En el Perú y América Latina la idea del republicanismo se entreveró con el jacobinismo civil y militar antimonárquico. De allí que Bolívar, por ejemplo, pueda ser considerado un republicano. De allí también que intelectuales como Carmen McEvoy o Alberto Vergara consideren que la democracia plebiscitaria que inauguró Vizcarra con el referendo, las encuestas y los periodicazos, forme parte de las tradiciones republicanas, tal como lo han escrito infinidad de veces. En América Latina y en el Perú, pues, las élites antes que republicanas suelen inclinarse por el anti.

¿Hacia dónde vamos? La propuesta del presidente Vizcarra de alterar el cronograma institucional establecido en la Carta Política, a nuestro entender, es una amenaza de muerte a la experiencia republicana, de dos décadas y cuatro gobiernos sucesivos sin interrupciones, que se ha logrado acumular en la sociedad peruana. De una u otra manera representa la posibilidad de abrir las puertas al reino de las turbas y las mayorías circunstanciales que han acabado con todas las experiencias republicanas. Por eso decimos que más allá del republicanismo, solo queda el vacío.

 

  • 01 de agosto del 2019

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