La comisión de Constitución del Congreso de la R...
Sobre la relación entre expansión económica y continuidad democrática.
Una de las preguntas que surge en el debate político, económico y social es el porqué la izquierda -ya sea la intelectual, la activista, la radical indigenista y otros istmos- ha desdeñado el papel del crecimiento económico de las últimas décadas en el país. En la medida que el Perú se convirtió en líder en reducción de pobreza en América Latina, la conducta de la izquierda desata las más diversas especulaciones.
Desde las reformas económicas de los noventa, la pobreza se redujo desde el 60% de la población hasta el 22.7% de la actualidad. Según el estudio del IPE “El costo económico de la no ejecución de los proyectos mineros”, debido a la paralización de un tercio de la Cartera de Proyectos Mineros, el Perú perdió US$ 67,000 millones, dejó de incrementar en 3.2 puntos porcentuales el PBI anualmente y, en vez de reducir la pobreza a 22.7% ahora solo tendríamos un 17%. Es decir, habría alrededor de 2 millones menos de pobres. ¿Cómo entender entonces el desdén de la izquierda frente a este proceso?
Pero eso no es todo. Si tuviéramos que hallar una explicación a la continuidad de la democracia peruana que ya desarrolla tres procesos electorales sin interrupciones e, inexorablemente, avanza hacia el cuarto, ¿en donde encontraríamos las respuestas? ¿En los partidos políticos? ¿En la lógica de las instituciones? ¿En los proyectos políticos y culturales? Es evidente que por allí no están las respuestas, porque solo basta recordar el descrédito de los partidos, del Ejecutivo, del Legislativo y del Poder Judicial para reparar en la crisis.
Todo parece indicar que la única explicación de la continuidad de la democracia reside, principalmente, en el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y la desigualdad, el ensanchamiento de las clases medias y la extensión del bienestar en general. En otras palabras, en ese crecimiento que la cultura y el pensamiento de izquierda ningunea por aferrarse al dogma, a la identidad de capilla.
Quizá en la economía de mercado y en el crecimiento esté la gran diferencia entre el caso peruano y los procesos bolivarianos. En ambas experiencias, los sistemas de partidos se pulverizaron y las instituciones se desacreditaron como nunca antes, pero en el Perú la democracia persiste, en tanto que en los llamados países bolivarianos la libertad fue engullida por caudillismos mesiánicos ahogándose la libertad política y económica. La explicación más apropiada entonces, para la diferencia peruana, es el mercado y el crecimiento. No hay otra.
En El Montonero defendemos el crecimiento económico y la reducción de pobreza no solo porque se amplía el bienestar de la sociedad, sino porque de no hacerlo la democracia y la libertad se deslizarían ante un abismo. Hasta hoy la libertad política se ha sostenido en la libertad económica. Pero el fantasma de la recesión junta crisis política con crisis económica y, entonces, la predictibilidad democrática se transforma en un gigantesco signo de interrogación.
De allí que defender la inversión privada no es ser pro empresa sino pro libertad, de allí que defender a la minería no es ser pro minero sino seguir bregando por la continuidad democrática.
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