La presidente Dina Boluarte en el último discurso propa...
Es evidente que el último discurso presidencial de Dina Boluarte antes de las elecciones nacionales adoleció de vacíos; por ejemplo, el tema del desborde criminal y la seguridad ciudadana. Sin embargo, la percepción absolutamente negativa que pretende construir el progresismo consciente está redactando un nuevo capítulo de la historia de la mezquindad nacional.
¿Cómo entender esta manera de aproximarse a la realidad? Las izquierdas y el progresismo en general perciben que el avance hacia las próximas elecciones nacionales y la continuidad del cronograma institucional, simplemente, significará la pérdida de control de instituciones claves del Estado de derecho que, a estos sectores, les permitió organizar “un sistema para gobernar sin ganar elecciones ni formar partidos políticos”. La llamada república o hegemonía caviar.
Lo cierto es que luego de haber elegido al peor candidato de la historia republicana y al menos preparado–es decir, a Pedro Castillo– y avanzar hacia las elecciones nacionales del 2026, es un triunfo nacional que todos deberíamos celebrar. Igualmente, el hecho de avanzar hacia nuevos comicios nacionales después de haber derrotado el golpe fallido de Castillo y una ola de violencia insurreccional que –en intensidad y organización superó por varias veces las violencias que las izquierdas desataron en Chile, Colombia y Bolivia– debería significar un momento de euforia nacional. Aquí la violencia e insurrección tuvo un contenido claramente bolchevique, apuntaba hacia el poder, pero no hubo constituyente.
Para no participar de un nuevo capítulo de la mezquindad nacional es evidente, incuestionable, que el Perú se salvó del camino del Estado fallido al que avanzaron Cuba, Venezuela y Bolivia. Es incuestionable. Si bien como Chile y Colombia, el Perú debe salvarse plenamente en las próximas elecciones, hoy estamos a buen resguardo y debemos celebrar. Y Dina Boluarte, más allá de su estrategia de sobrevivencia personal luego del golpe, tiene en la estabilidad institucional el mayor activo que legará para la historia reciente.
De otro lado, el hecho de que la autonomía del BCR y la gestión de Julio Velarde sigan incólumes como guardianes del modelo económico, a pesar de la llegada de Castillo al poder, es otra gigantesca razón para celebrar. El crecimiento de la economía, la reactivación de la inversión privada, la proyección récord de exportaciones, el aumento de la recaudación fiscal y el avance del empleo nos revelan que las columnas del modelo están enteras, a pesar de las erosiones y el descontrol del déficit fiscal. Y todo esto sucede –vale repetirlo para entender el fenómeno– a pesar de que Castillo llegó al poder. ¡Dios mío, qué les sucede a nuestros amigos progresistas!
¿Por qué la izquierda caviar se niega a celebrar que el Perú haya evitado el Estado fallido? Por una sola razón: sin el progresismo Castillo nunca hubiese llegado al poder. Las narrativas del progresismo, simplemente, enfermaron a la sociedad peruana y la sociedad eligió al peor candidato de la historia republicana, tal como alguna vez se enfermó la sociedad alemana y eligió a Hitler o a los venezolanos y eligieron a Hugo Chávez. La diferencia es que esas sociedades se destruyeron y necesitaron –o necesitan– décadas para reconstruirse. El Perú si elige bien en el 2026 volverá resurgir y a crecer a velocidad crucero.
El progresismo, pues, no quiere celebrar porque sería reconocer su principal responsabilidad en las tragedias de los últimos años. Cuando se produjo el golpe fallido de Castillo –que el progresismo pretende presentar como las impericias de un incapaz– toda la inteligencia cubana, venezolana y boliviana se había concentrado en el Perú. Las milicias que pretendían quemar aeropuertos para forzar una asamblea constituyente estaban dirigidas por recios comunistas. Sin embargo, nuestras fuerzas armadas, el Ejecutivo, el Congreso, el TC, el Poder Judicial y las demás instituciones nos salvaron del golpe y la constituyente.
La ofensiva bolivariana en el Perú fue tan intensa y brutal que luego de conjurar el golpe, como un Israel sudamericano, el Perú estaba aislado de Colombia, Chile, Bolivia, Venezuela, Cuba, México y demás países. El chavismo quería su Allende andino con Castillo, quería una constituyente más radical que en Chile y desarrolló una estrategia miliciana nunca vista en América Latina. Sin embargo, el Perú, como esos ejércitos diezmados, salvó su Estado de derecho y avanza hacia las elecciones del 2026. Dina Boluarte también tiene mérito en esta gesta. No seamos mezquinos, más allá de sus errores.
Por todo eso, ¡viva el Perú y a elegir bien en el 2026!
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