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Venezuela: Petróleo maldito

Venezuela: Petróleo maldito
  • 02 de septiembre del 2014

El autoritarismo chavista ha llevado a los venezolanos a extremos increíbles                                                                                                

El daño económico que el autoritarismo chavista le ocasiona a Venezuela con sus políticas estatistas, populistas e intervencionistas es inmenso. El ejemplo más ilustrativo que respalda esta afirmación es el hecho que Venezuela, siendo el país con las más grandes reservas petroleras del mundo, se vea hoy en la necesidad de importar crudo, por primera vez en su historia. ¿Por qué este increíble contrasentido?

Simplemente porque la burocracia chavista ha paralizado, con su incapacidad, la producción del petróleo ligero que necesita para diluir el crudo extra-pesado que producen los campos de la franja del Orinoco. Sin esta mezcla, el extrapesado no puede ser exportado. A esto se suma el retraso, en años, de la construcción de nuevas refinerías.

La empresa estatal PDVSA está virtualmente quebrada. No tiene recursos para invertir en explotación de crudo ligero ni en la renovación de sus refinerías. Sus ingresos se agotan en pagar los sueldos de su enorme burocracia y en subsidiar los combustibles que el régimen regala en el país para mantenerse en el poder, y fuera del país para sostener su delirante proyecto “bolivariano” que busca entronizar regímenes autoritarios en la región.

Producir un litro de gasolina de 91 octanos le cuesta a PDVSA unos 2.4 bolívares y de 95 octanos unos 2.7 bolívares; sin embargo, ese mismo litro de 91 se vende a 0.070 bolívares y el de 95 a 0.097 bolívares. La demagogia chavista es tan extrema que llenar el tanque de un vehículo con gasolina de 95 cuesta 0.82 centavos de dólar mientras que una botella de agua mineral vale 1.12 dólares.

El subsidio indiscriminado promueve además el contrabando de gasolina hacia los países vecinos, produciéndose una fuga masiva de ese recurso. Según fuentes oficiales, el subsidio a los combustibles le cuesta a Venezuela unos 21 mil millones de dólares anuales, monto que representa alrededor del 7% del Producto Bruto Interno (PBI) venezolano y mayor al presupuesto destinado a la educación y la salud pública.

Además de ese subsidio, PDVSA está obligada a aportar anualmente otros 50 mil millones de dólares adicionales para financiar los “programas sociales” populistas y asistencialistas. Todo este inmenso gasto para mantener en el poder indefinidamente al régimen de Nicolás Maduro.

Terrible paradoja que el país más rico del mundo en petróleo, esté importando ese recurso. Peor aún, que teniendo tanta riqueza en sus entrañas, se haya empobrecido a tal extremo que su pueblo no tiene ni siquiera papel sanitario. Esta realidad no es casual, ocurre en todos los países en los que hay abundancia de recursos naturales pero no hay democracia ni mercados. Es lo que se conoce como la “maldición de los recursos naturales”. Ejemplos sobran, además de la Venezuela chavista: el Congo, Bolivia, Ecuador, por citar solo unos ejemplos.

En el otro extremo, donde los recursos naturales sí son una bendición, es en aquellos países donde existen democracia y mercados, los recursos naturales impulsan el desarrollo económico, con el consiguiente aumento del bienestar de las naciones. Así ha sido en nuestro país, por ejemplo, donde la explotación de los minerales y el gas han contribuido de manera decisiva al crecimiento económico que hemos experimentado en las últimas décadas, que nos han permitido reducir la pobreza de 60% a 23% y también la desigualdad.

En el resto del mundo hay otros ejemplos. El 80% de las exportaciones de Noruega, Australia, Canadá, Nueva Zelandia y Chile, son de recursos naturales, y gracias a estos aquellos países han logrado desarrollarse y reducir la pobreza, convertirse en naciones del primer mundo en economía, pero también en materia de libertades democráticas.

El experiencia dolorosa de Venezuela debiera ser un ejemplo para que los demás países de América Latina tengamos claro que sin democracia ni mercado, nuestras naciones están condenadas a ser grandes comunidades menesterosas asentadas sobre enormes bancos de recursos naturales: oro, petróleo, cobre, zinc, gas, etc. cuyos beneficios solo enriquecen a una cúpula que ejerce el poder, mientras que el pueblo vive en la escasez y la inseguridad.

  • 02 de septiembre del 2014

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