¿Qué habría sucedido con Israel, Estados ...
La campaña militar del Estado de Israel para destruir a la élite militar y nuclear de Irán puso al mundo en vilo ante la posibilidad de que el conflicto se extendiera más allá de la región y escalara hasta las tensiones que mantienen los Estados Unidos con China y Rusia. Finalmente, hasta antes de la audaz campaña militar israelí en el mundo se solía señalar que existía una convergencia antioccidental conformada por China, Rusia e Irán.
Sin embargo, únicamente Estados Unidos se involucró en el conflicto y bombardeó tres instalaciones militares nucleares de Irán, desplegando una tecnología militar nunca vista y que representa varias décadas de avance tecnológico frente a otras potencias. Los bombarderos B-2 Spirit despegaron desde los Estados Unidos llevando las bombas B57, las más poderosas de la humanidad antes de los dispositivos nucleares y, resguardados por más de doscientos cazas, procedieron a destruir los arsenales nucleares de Irán.
Ante este escenario China decidió continuar con su estrategia de crecimiento y avance económico en el planeta. En este contexto, cualquier relación con la guerra Israel versus Irán hubiese significado alterar el plan quinquenal establecido, que señala objetivos específicos en el desarrollo de inteligencia artificial y servicios de telecomunicaciones. Rusia, por su lado, demostró que estaba demasiado sumergida en la guerra con Ucrania para auxiliar a antiguos aliados, tal como sucedía en el siglo XX.
Todo entonces parecía incuestionable: Estados Unidos seguía siendo el hegemón del planeta, sobre todo el hegemón en términos militares, una especie de ejército romano en el siglo XXI.
Una de las primeras consecuencias de la Guerra de los Doce Días –como ha denominado el presidente Trump al conflicto– será la posibilidad de reconstruir la paz en Medio Oriente y construir una región de tolerancia y entendimiento entre judíos, musulmanes y cristianos. Con la destrucción de la plataforma nuclear de Irán y de movimientos promovidos por el país de los ayatolas –como Hamas, Hezbolá y Hutíes en Yemén–, la posibilidad de acuerdos de paz entre Israel y Arabia Saudita –tal como sucedió con Egipto– y otros países árabes está sobre la mesa. Luego del fin de la Guerra Fría el Medio Oriente parecía encaminarse a la prosperidad y el florecimiento; sin embargo, la llegada del integrismo chiíta al poder sumió a la región en una guerra de todos contra todos. Ahora el holocausto nuclear se aleja de la región y la paz parece posible.
El cambio de situación del Medio Oriente, de una u otra manera, también oxigenará la resistencia de Europa y las sociedades occidentales frente a la guerra cultural que desata la migración islámica promovida por el progresismo y las izquierdas irresponsables. Si la guerra hubiese continuado en la región en los términos de la élite militar iraní todos sabemos que la situación de los países europeos se hubiese agravado, incluso la de los países hispanoamericanos.
El mundo, pues, debe reconocer el papel de Israel y Estados Unidos en la destrucción de la amenaza nuclear iraní. Se trata de uno de esos momentos difíciles de comprender, en el que los propios beneficiados –tal como sucede con el presidente Macrón de Francia– no logran descifrar el curso de los acontecimientos y suelen recitar las fábulas aprendidas en décadas de hegemonía cultural progresista.
Finalmente, vale repetir que Estados Unidos sigue siendo el gran hegemón del planeta. Sin embargo, la primacía de un modelo de sociedad se definirá en la innovación científica y tecnológica, tal como sucede y se acelera desde la Revolución Industrial. El capitalismo y la innovación son la única fuente de las fortalezas de las sociedades, de las civilizaciones.
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