El presidente Rodrigo Paz asumió el poder el pasado 8 d...
La Casa Blanca acaba de difundir documentos que definen la política exterior de los Estados Unidos y permiten explicar por qué el 40% de la flota naval de la gran nación del norte hoy se estaciona en el Caribe frente a las costas de la dictadura de Venezuela. Según la nueva Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos se desarrolla el principio de “reclutar y expandir” la influencia en estados aliados, movimientos y actores políticos con el objeto de contener la penetración de China, Rusia e Irán en la región latinoamericana.
La nueva política exterior estadounidense y las acciones del gobierno de Trump en la región representan una reactualización de la llamada Doctrina Monroe, que anunciara el presidente James Monroe el 2 de diciembre de 1823, señalando que cualquier intervención de alguna potencia extranjera de otros continentes en Hispanoamérica se considerará un acto potencialmente hostil a los Estados Unidos. Cuando se proclamó esa doctrina las nacientes repúblicas hispanoamericanas estaban en pleno proceso de consolidación de sus independencias. Hoy es evidente que la actualización de la Doctrina Monroe se dirige al bloque antioccidental que representa el eje de China, Rusia e Irán, y a la decisiva influencia que venían desarrollando sobre los totalitarismos en Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Es incuestionable entonces que la intervención del presidente Trump en la política argentina, señalando que Estados Unidos solo apoyaría a la nación gaucha si las elecciones de medio término las ganaba el partido de Javier Milei, responde a esta nueva doctrina. Una intervención que tuvo mucho que ver con la victoria de Milei. Asimismo, apenas asumió el poder de Bolivia, el presidente Rodrigo Paz anunció que el país del altiplano no invitaba a la transmisión de mando a Venezuela y Cuba, y anunció el regreso de la DEA de los Estados Unidos para asesorar la política antidroga. En el acto, Paz sacaba a Bolivia del eje bolivariano como una clara expresión de la influencia de la nueva política exterior de los Estados Unidos. En este contexto se debe entender el desplazamiento de la flota naval estadounidense al Caribe.
Estados Unidos entonces ha vuelto con fuerza inusitada a plantearse la defensa del hemisferio occidental y a recuperar sus zonas de influencia directa. Una confirmación de que el imperio democrático del siglo XX ha regresado y busca contener el ascenso de China y otras potencias.
Para los demócratas latinoamericanos la nueva política exterior de los Estados Unidos representa una extraordinaria noticia porque la defensa de los estados de derecho y las libertades en la región se pone a buen recaudo; sobre todo si analizamos la crisis de la dictadura de Venezuela, luego de la movilización de la flota naval estadounidense. Hasta antes de estos acontecimientos el mundo democrático comenzaba a resignarse con la posibilidad de que Venezuela se convierta en una nueva Cuba continental. Es decir, en una enorme dictadura por varias décadas.
Igualmente, para el Perú es una extraordinaria noticia porque la única condición para participar constructivamente en la nueva política exterior de los Estados Unidos es mantener el Estado de derecho y las libertades en nuestro país. Un objetivo que pasa por derrotar los proyectos del eje bolivariano.
Por otro lado, nuestro país por su ubicación geográfica y sus recursos naturales, por los puertos que conectarán el Pacífico con el Atlántico, de una u otra manera, está llamado a convertirse en un actor del planeta. En ese sentido, debemos aprovechar el nuevo impulso de la política exterior de los Estados Unidos para afirmar las libertades sin renunciar a un pragmatismo planetario en la captación de inversiones y transferencias de tecnologías.
De alguna manera en el Perú y los países hispanoamericanos debería existir un criterio ordenador: cualquier inversión extranjera es aceptada siempre que se respete el Estado de derecho, las libertades y la soberanía nacional del país.
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