Globalización

Milei y el intento de una reforma cultural en Argentina

La guerra por la cultura en medio de una elección nacional

Milei y el intento de una reforma cultural en Argentina
  • 17 de agosto del 2023

Casi todos los medios de comunicación occidentales, influenciados por el progresismo, han señalado que el triunfo de Javier Milei en las primarias argentinas es un triunfo de “la ultraderecha”. Algunos, incluso, hablan de un supuesto “asalto a la razón”, parafraseando el título de un texto marxista del siglo pasado. Sin embargo, ¿quién está más cerca de una definición de lo “ultra”? ¿Acaso quiénes proponen una asamblea constituyente para refundar los países hispanoamericanos que emergieron luego de la independencia o Milei que plantea una reforma radical del colectivismo argentino y latinoamericano? ¿Es ultra el que propone refundar los estados latinoamericanos y revisar la historia de cinco siglos de experiencia republicana o el economista que plantea una reforma desreguladora en el país del Río de la Plata? Desde el sentido común no se necesita discusión. Desde la ideología y propaganda hay que cargarse a Milei.

Los medios progresistas de Occidente nunca llamaron “ultraizquierdistas” a Pedro Castillo, Gabriel Boric y Gustavo Petro, quienes ganaron elecciones con la propuesta de redactar constituciones anticapitalistas y revisar la historia con un claro sesgo antioccidental. Semejantes sectores de la izquierda extremista regional no son calificados como ultra sino, simplemente, como izquierda o izquierda democrática. 

Los calificativos de ultra a Milei, pues, revelan cómo las corrientes socialistas y colectivistas, bajo la envoltura del progresismo, han comenzado a reventar los sentidos comunes de Occidente. Ahora bien, ¿por qué la dureza y el ensañamiento en contra de Milei?

Más allá de sus libros y producción académica, la campaña de Javier Milei, desde antes de su elección como diputado hasta su triunfo en las elecciones primarias PASO, pretende desarrollar una revolución cultural. Y, como todos sabemos, el progresismo nace y se desarrolla en la guerra cultural.

Milei no solo propone reformas económicas, también intenta una reforma cultural, un cambio de los sentidos comunes sobre cómo se crea riqueza y se genera pobreza, sobre la trascendencia de la libertad económica y la innovación en el crecimiento y la productividad, sobre la importancia del capital social (humano) en la creación de riqueza y, sobre todo, embiste sin miramientos contra la teología marxista acerca de “que los trabajadores crean la riqueza”.

Milei, pues, no solo es el candidato neto del antisistema en Argentina, no solo es un nuevo outsider latinoamericano y mundial (de la misma estirpe que Bolsonaro y Trump), no solo combina la cultura del intelectual con el histrionismo y el gesto del caudillo latinoamericano, sino que pretende una reforma cultural. De allí que no sea extraño escucharlo citar a la tesis de Frederic Bastiat acerca de que allí donde se desarrolla el libre comercio no entran las balas.

El candidato Milei ha desnudado el Estado empresario, el Estado empleador, ha ridiculizado a la sociedad que pretende vivir como clase media inflando la deuda pública y encadenando a obligaciones impagables a las generaciones del mañana; ha demostrado cómo gastar sin tener recursos lleva a la inflación y explica que más del 40% de los argentinos bajo la pobreza, no obstante que el país gaucho podría estar entre los primeros del planeta.

Más allá de los resultados electorales de las elecciones del 22 octubre y las posibilidades del candidato libertario, más allá de los rechazos que causa el estilo espinoso e irreverente de Milei, estamos ante un intento de reformar la cultura y la política de una sociedad que padeció la pesadilla peronista durante casi todo el siglo XX y el XXI. Un intento que tendrá enormes efectos en la región hispanoamericana atravesada por todas las creencias colectivistas y socialistas.

En el Perú, a fines de los ochenta, Hernando de Soto y Mario Vargas Llosa –bajo las ideas desarrolladas seminalmente por el Instituto Libertad y Democracia, y luego del intento de estatización de la banca– desarrollaron una vertiginosa ofensiva cultural e ideológica en contra del colectivismo y el populismo, que se habían apoderado de todos los sentidos comunes de la sociedad peruana. Las miserias y pequeñeces llevaron a los liberales de entonces a una división inexplicable y sin sentido y, por otro lado, el intento de reforma cultural no caló en los partidos democráticos.

El fracaso en el intento de reforma cultural libertaria en el Perú de entonces, unas décadas después, terminó en la elección de Castillo. Todos debemos sumar fuerzas, entonces, para que Milei no fracase como los liberales peruanos.

  • 17 de agosto del 2023

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