Luego de la reunión entre el presidente de los Estados Unidos, ...
El problema de las izquierdas latinoamericanas, en todas sus versiones, es que comienzan a quedarse sin modelo económico y social en la región. Solo les resta la estrategia de la denuncia para llegar al poder y luego quebrar los sistemas democráticos e instalar dictaduras de mediano y largo plazo, como acaece en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Cuando se instala la dictadura, el modelo económico y social es relativo porque el totalitarismo quiebra la economía, aumenta la pobreza exponencialmente y convierte al Estado en un gran repartidor de mendrugos. Se genera, como se dice, clientelas permanentes que sostienen a los sátrapas. Para avanzar en ese objetivo, incluso, el totalitarismo necesita expulsar a grandes sectores de la población, tal como sucedió en Cuba y sucede en Venezuela.
Después de la tragedia humanitaria que había causado el chavismo en Venezuela –uno de los países más ricos de la región y con las mayores reservas de petróleo en el mundo–, que convirtió a una sociedad de clases medias en otra con el 90% de la población en pobreza, la izquierda parecía buscar desesperadamente una alternativa, algo que mostrar. De alguna manera encontró una opción en el crecimiento de Bolivia: 5% en promedio anual y un empuje que venía de quemar las reservas y los ahorros que habían generado las políticas de mercado previas, que fomentaron inversiones en gas y recursos naturales.
Sin embargo, el modelo de sustitución de importaciones y el estatismo son las mayores recetas y fábricas de pobreza. Bolivia expandió el gasto estatal, se endeudó en más del 100% del PBI y la inversión y reinversión en gas se retiraron del país. Sin inversiones en nuevas exploraciones las reservas de gas se agotaron y, de pronto, Bolivia se quedó sin dólares para importar gasolina y diésel. La posibilidad de un colapso de la economía se avizoró en el momento en que el presidente Arce y Evo Morales se enfrentaron en una guerra desconocida para las tradiciones comunistas y de izquierda.
En este contexto se ha producido la primera vuelta de las elecciones en Bolivia y el resultado es esperanzador para el pueblo boliviano y el futuro de la libertad. A la segunda vuelta pasaron dos candidatos que deberían ser ubicados desde el centro hasta la derecha. En primer lugar quedó Rodrigo Paz Pereira, y en segunda ubicación, Jorge Quiroga. Si bien ambos candidatos están construyendo la alternativa a dos décadas de control del Estado del MAS, a la emergencia de un régimen dictatorial que encarcelaba a todos los opositores y al férreo control cubano de las fuerzas armadas y de seguridad, una de las noticias más alentadoras es la virtual desaparición política del MAS y de Evo Morales. No tienen representación parlamentaria directa en un Congreso que está controlado por las derechas en aproximadamente dos tercios de sus integrantes.
Sin embargo, los demócratas y las derechas no pueden cantar victorias. Para salvar la economía necesitan desarrollar un ajuste que puede ser impopular y tienen la urgencia de desmontar el control político del MAS del aparato estatal: el sistema de justicia, el Tribunal Constitucional y las fuerzas de seguridad, por ejemplo.
Para avanzar en estos objetivos las centro derechas necesitan desarrollar un gran acuerdo nacional para crear un respaldo político poderoso al ganador de la segunda ronda electoral. A partir de esa gran coalición democrática las fuerzas de la centro derecha pueden proponerse diversas tareas: desde el ajuste hasta determinadas reformas constitucionales que posibiliten afirmar el camino hacia una democracia más estable.
Por lo pronto, la esperanza regresa a Bolivia, pero la amenaza del comunismo y el eje bolivariano no ha cesado.
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