A través de la prensa de los Estados Unidos se acaba de...
Antes de la elección de Hugo Chávez como presidente de Venezuela, en 1999, más del 87% de la población era abastecida de agua potable proveniente de sistemas de redes locales. Veinte años después, según el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS), el 80% de la población carece de agua potable que cumpla con los estándares sanitarios internacionales, en cantidades suficientes y con un servicio constante. Al igual que el Metro de Caracas, el más moderno de Latinoamérica antes de la llegada del socialismo a Venezuela, por la falta de mantenimiento han colapsado todos los sistemas de agua potable y saneamiento en las principales ciudades de Venezuela.
La escasez de agua potable empeoró durante la pandemia del Covid-19. Amplios sectores de la población quedaron desabastecidos hasta por más de un mes. La presión de suministro de agua, además de contaminada –con olores y colores preocupantes– es insuficiente para almacenar en los tanques elevados. Si no hay agua ¿cómo se le puede pedir a la población lavarse las manos para prevenir el coronavirus?
Por estas y otras razones, se ha estimado que el número de personas fallecidas por Covid-19 supera largamente los datos oficiales. En este escenario de crisis sanitaria mundial, los hospitales venezolanos fueron afectados tremendamente y tuvieron que abastecerse de agua por intermedio de camiones cisterna, como también lo hace la población. El colapso fue mayor cuando un sistema de bombeo –por falta de mantenimiento– explotó y dejó sin agua a Caracas. Para disculpar su ineficiencia y desprecio por la salud de la población, la dictadura señaló el hecho como sabotaje realizado por la oposición. Los 252 camiones cisternas provenientes de China, que fueron recibidos con bombos y platillos, no son suficientes para abastecer de agua en circunstancias tan difíciles. Se ha estimado que tendrían que realizar un millón de viajes diarios para abastecer de agua a todas las familias. Y eso es imposible, según ha señalado José María de Viana, ex presidente de Hidrocapital, la empresa proveedora de agua potable en Caracas.
Además, los proyectos de agua heredados por la revolución chavista han quedado estancados. Según el CSIS solo se ejecutó un 1% de los proyectos de saneamiento proyectados en todo Venezuela entre 1958 y 1998.
Venezuela es un país privilegiado. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), hasta antes de 1999 los estándares de servicio de agua y saneamiento de Venezuela eran los más altos en Latinoamérica. Y de acuerdo a mediciones de observadores mundiales de reservas naturales, Venezuela es el noveno país del mundo con mayores reservas de agua dulce. No obstante, en 2019 recibió US$ 300 millones de un fondo de inversiones administrado por USAID –organismo de ayuda norteamericano– para que resuelva el dramático problema de falta de agua potable. En los poblados, los vecinos han comenzado a cavar pozos para encontrar agua subterránea, y acuden con baldes a los ríos cercanos para abastecerse de agua. Cuando el comunismo deje el poder, costará años y mucha inversión restablecer este y otros servicios de responsabilidad del Estado.
La ausencia de expertise de los puestos públicos sumada a un Estado que concentra –por la ideología socialista–- todos los servicios y actividades productivas, ha hecho que Venezuela se ubique entre los países del mundo con los peores indicadores sociales y económicos.
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