Desde las reformas económicas de los noventa, la Consti...
La importancia de la competitividad en el desarrollo
En el año pasado algunos sectores pecaron de optimismo con ciertas mejoras que el Perú obtuvo en la última prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés). Del puesto 65 pasamos al puesto 62 de un total 70 países, gracias a que se integraron cinco nuevos estados. En el último ranking de competitividad del Foro Económico Mundial (FEM) el Perú se ubicó en el puesto 69 de 140 países logrando ascender en dos posiciones. ¿Cuál es la relación de los resultados de la prueba PISA —que mide las aptitudes de los estudiantes en comprensión lectora, matemáticas y ciencias— con la competitividad? Para aclarar las cosas definamos competitividad: se puede señalar que es el entorno económico, legal, institucional y social que organiza un país para elevar su productividad y alcanzar el desarrollo. El FEM evalúa la competitividad en base a doce criterios, entre ellos ambiente macroeconómico, infraestructura, tecnología, institucionalidad y educación básica y superior.
¿Los resultados PISA entonces determinan la competitividad? Es evidente que no. No solo porque la prueba PISA que desarrolla la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) se reduce a tres materias muy importantes, pero que no abarcan todas las cuotas de habilidades para el desarrollo en este siglo, sino que también la educación es uno de los doce factores que se deberían considerar para alcanzar el desarrollo. Vale señalar que, alguna vez, los ex países de la Unión Soviética tenían muy buena educación, pero nula competitividad. Al final no les sirvió para nada.
El educador León Trahtemberg ha señalado en diversas ocasiones que otra de las limitaciones de la prueba PISA es no tomar en cuenta a la población entre 25 y 65 años, que abarca el universo de la Población Económicamente Activa de una determinada sociedad. Se puede argumentar entonces que PISA mide el futuro, pero vale precisar que el futuro no existe si es que no se mide el presente. El estudiante de quince años sobresaliente ayer debe ser eficiente también hoy. Como se aprecia, hay diversos enfoques sobre las relaciones de la prueba PISA y la competitividad.
Los ejemplos son aleccionadores. Alemania y Estados Unidos están en el puesto 16 y 39 de PISA, sin embargo se ubican en el cuarto y tercer lugar del ranking de competitividad del Foro Económico Mundial. La diferencia es más que evidente. China avanza aceleradamente en PISA y se ubica en el puesto sexto, mientras que se rezaga en competitividad en el puesto 28. Por su lado Reino Unido se ubica en el lugar 27 de la prueba PISA, en tanto que logra el décimo puesto en competitividad.
El en caso de Vietnam es interesante porque se ha propuesto avanzar aceleradamente en las pruebas PISA, llegando al vigésimo primer lugar, mientras que en competitividad se ubica en el puesto 56, a mitad de la tabla. Otro ejemplo a considerar es Argentina, un Estado que pugna por desmontar el modelo de Estado empresarial en medio de una crisis macroeconómica sin precedentes; pero que se mantiene en el puesto 42 de las pruebas PISA, mientras que en competitividad está en el puesto 106, la cola de América Latina.
Como se aprecia, las pruebas PISA solo deben ser consideradas como una referencia para las transformaciones y reformas de la educación de cara al desarrollo y la competitividad. Semejante hecho es tan evidente que el propio director de PISA, Andreas Schleicher, ha afirmado que medir las habilidades lectoras, en matemáticas y ciencias es lo más fácil de hacer. Esta realidad ha impulsado, por ejemplo, a que países como China y Taiwán organicen academias exclusivas para entrenar estudiantes para las pruebas Pisa.
El desarrollo del planeta tiene mucho más que ver con la competitividad que con las pruebas PISA. Estados Unidos e Israel, por ejemplo, que están en los puestos 39 y 40 de las pruebas PISA respectivamente, se han enfocado en promocionar el emprendedurismo y el desarrollo tecnológico, con el fin de que los jóvenes puedan generar sus propios empleos en base a la creación de startups. Claro que estas políticas solo funcionan con alto nivel de competitividad. Los resultados están ante nuestros: en California, en Silicon Valley, en los últimos años se han creado 26 empresas que están entre las 500 más grandes del mundo; mientras que en Europa solo se ha creado una empresa que ha llegado a la cúspide.
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