Editorial Economía

Se cae competitividad porque cae la productividad

Ranking mundial registra la caída de la economía peruana

Se cae competitividad porque cae la productividad
  • 21 de junio del 2024

 

Se acaba de conocer que el Perú se ha desplomado en cuanto a la competitividad de su economía. En el Ranking de Competitividad Mundial, presentado por Centrum PUCP y el Institute of Management Development (IMD) de Suiza, el país se ubica en el lugar 63 de un total de 67, alcanzando 43.4 puntos, no obstante que el año anterior había obtenido 48.1 puntos.

Se trata de un resultado devastador y que nos revela que la economía nacional sigue retrocediendo en cuanto a la posibilidad de atraer inversiones. Sin embargo, el concepto de competitividad –capacidad de competir globalmente y aumentar cuotas de producción– no surge de la nada, sino que es resultado de la productividad de la economía. Y, el Perú, desde una década atrás se retrasa y pierde puntos en cuanto a productividad.

Planteadas las cosas así, habría que definir qué se entiende por productividad. Los economistas suelen hablar de la productividad total de factores; es decir, de todos los factores que, directamente o indirectamente, tienen que ver con el resultado del incremento de la producción. Aparte, claro está, de la propia productividad del capital y el trabajo. Por ejemplo, si una economía está sobrerregulada cualquier posibilidad de inversión se retrasará o se postergará, convirtiendo en nulo las potencialidades del capital y del trabajo. Igualmente, si una inversión carece de infraestructuras –por ejemplo la falta de un ferrocarril para las minas del corredor minero del sur– la productividad del capital y el trabajo se reducirá considerablemente. 

Los países que han alcanzado el desarrollo, entonces, son aquellos que han avanzado en la productividad y competitividad de sus respectivas economías. El Perú, por ejemplo, según los informes económicos del Foro Económico Mundial y el Doing Business del Banco Mundial, hasta el final de la primera década de este milenio (hasta el 2012) incrementaba constantemente su productividad. Sin embargo, desde esas fechas todo comenzó a ir cuesta abajo. 

En este contexto, el Perú dejó de crecer sobre el 6% anual y de reducir varios puntos anuales de pobreza para pasar a expandir la economía en un mediocre 3% y dejar de reducir la pobreza. El problema de la competitividad actual, pues, tiene que ver con el descenso de la productividad desde una década atrás.

¿Cómo comenzó la debacle de la productividad? En el Estado todo comenzó a sobrerregularse, hasta convertir al aparato estatal en un verdadero enemigo de la inversión privada y las iniciativas de la sociedad. Se crearon procedimiento tras procedimiento en ministerios, gobiernos regionales, municipios y dependencias del Estado, con el objeto de bloquear inversiones en minería, agroexportaciones y en infraestructuras. El resultado: el Perú dejó de crecer a tasas altas suficientes para reducir la pobreza.

Las corrientes progresistas y neocomunistas, los principales responsables de la pérdida de productividad y competitividad en el país –quienes impusieron las fábulas y relatos contra la inversión privada que llevó a la sobrerregulación total– pretenden señalar que la actual pérdida de competitividad solo tiene que ver con la crisis política, los yerros actuales del Congreso y el Ejecutivo y los despropósitos del pasado gobierno de Castillo. Sin embargo, la competitividad es un epifenómeno de la productividad y también tiene que ver con la debacle de la última década.

Es evidente que para recuperar productividad el Perú tiene que demoler el Estado burocrático, tal como lo hizo alguna vez con el Estado empresario en los noventa. El Estado debe pasar a ser un servidor, un auxiliar, de las iniciativas de la sociedad y la inversión privada. En ese contexto, se debe concretar una reforma tributaria que simplifique la recaudación y reduzca tasas, se debe avanzar en una reforma laboral para establecer la flexibilidad laboral en los contratos de trabajo. Asimismo, se debe avanzar en la reforma de la educación y de la salud para crear un capital social, una fuerza laboral innovadora, capaz de competir en los mercados mundiales. De la misma manera se debe lanzar un shock de inversiones en infraestructuras para solucionar los enormes déficits acumulados.

Si avanzamos en esa ruta volveremos a avanzar en productividad y pasaremos a los primeros lugares en competitividad.

  • 21 de junio del 2024

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