La inversión moderna en minería versus la minería ilegal

El populismo minero en el Perú, en el afán de legalizar las invasiones y asaltos de las concesiones formales por los mineros ilegales, pretende convertir al Registro Integral de Formalización Minera (Reinfo, del sector Energía y Minas) en un registro permanente. E igualmente propone establecer el concepto de “concesiones ociosas” para legalizar las invasiones de mineros ilegales sobre la propiedad de las grandes empresas mineras. Vale agregar que estas narrativas nacen del gran relato que nos señala que las grandes concesiones en minería excluyen y marginan a los pequeños.

Las grandes concesiones de la minería moderna existen porque es la única manera en el siglo XXI de explotar los minerales con una alta productividad y con la utilización de las tecnologías más avanzadas para preservar el medio ambiente. Es un sistema universal de explotación de los minerales que ha llevado a Australia, Canadá, Chile y el propio Perú a convertirse en potencias mineras del mundo. En Alaska, uno de los estados de la gran unión americana, en donde las comunidades nativas son propietarias del suelo y el subsuelo, las concesiones se entregan a las grandes empresas mineras por las mismas razones que se entregan en Australia. No hay otra.

El intento de contraponer a los pequeños con los grandes entonces es una locura que solo se puede justificar con el objetivo de destruir la economía de mercado en el Perú, a través de la destrucción de la minería moderna, mediante la legalización de las invasiones y asaltos de las concesiones formales.

Imaginemos que se establece el concepto de “concesiones ociosas”. En ese momento centenares de ciudadanos se verían alentados a invadir las concesiones formales porque gran parte de estas áreas están sin explotar el mineral, ya sea porque están en plena etapa de exploración o porque tienen un cronograma establecido de explotación. Si se legaliza la invasión estaríamos en una situación parecida a los años previos a la reforma agraria velasquista, cuando se alentaban las invasiones de tierras.

Por otro lado, los argumentos de una supuesta “minería ancestral” y otros ropajes sociales que se pretende establecer para justificar las invasiones de las minas no resisten el menor análisis cuando se establece que solo el 14% de la superficie nacional comprende los denuncios y concesiones formales.

¿Cuál es el problema entonces? Detrás de la minería ilegal de oro y de cobre en el Perú, detrás de los supuestos discursos sociales, están grandes acopiadores que desean acumular capital sin respetar una de las reglas básicas del capitalismo: el sistema de propiedad consagrado en la Constitución. Los grandes acopiadores del producto ilegal luego desarrollan varios caminos para exportar el mineral sin pagar impuestos, sin respetar el medio ambiente, sin generar empleo formal y fomentando una violencia generalizada.

Imaginemos que triunfa el discurso del populismo minero que nos señala que las grandes corporaciones existen porque se excluye a los pequeños, a los llamados mineros ancestrales. En ese entonces la gran minería moderna, una de las columnas de las grandes transformaciones del Perú, desaparecería. Luego el Perú se convertiría en un gran basurero ecológico para las próximas generaciones con miles de pequeños mineros explotando el mineral tal como se hacía en los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX y las primeras décadas del XX. 

Por otro lado, el Perú desaparecería como potencia minera mundial porque nadie desarrollaría exploración, tal como sucedió en Bolivia. Y claro, surgirían los nuevos dueños del Perú, los acopiadores actuales, quienes acumularían riqueza sobre un siglo perdido más para los peruanos. Y con una enorme masa de pobreza sin derecho alguno.

El discurso del populismo minero es absurdo y no tiene lógica alguna.