Editorial Economía

¡O hacemos reformas o vamos a la tragedia de Venezuela!

La inevitable disyuntiva del Perú y de América Latina

¡O hacemos reformas o vamos a la tragedia de Venezuela!
  • 23 de julio del 2023

Los economistas suelen hablar de economías de ingreso bajo o pobre, economías de ingreso medio y economías de ingreso alto o desarrolladas. La historia de la economía mundial está repleta de ejemplos sobre cómo sociedades de ingreso bajo o pobre, en un determinado momento, alcanzan el nivel del ingreso medio; sin embargo, solo muy pocas logran alcanzar el desarrollo. En el último medio siglo, más de una centena de países, según el Banco Mundial, alcanzaron el ingreso medio, pero solo un puñado alcanzó el desarrollo, entre ellos Singapur, Hong Kong, Corea del Sur y Taiwán.

El Perú hoy puede calificarse como una sociedad de ingreso medio; sin embargo, tres décadas atrás era una sociedad de ingreso bajo o sociedad en pobreza, con más del 60% de la población afectada por esta lacra social. A inicios de los noventa el país desarrolló una ola de reformas que terminaron con el viejo modelo del Estado empresario y clientelista. El punto de partida fue la vigencia de la Constitución de 1993, que estableció la autonomía del Banco Central de Reserva y canceló el modelo del Estado empresario que existía en base al control de precios y mercados. Se privatizaron cerca de 200 empresas estatales que solo consumían los recursos del Estado y creaban enormes forados fiscales, se desarrolló un ajuste macroeconómico sin precedentes y se desregularon los precios y mercados. El capital y la inversión regresaron a la minería, a la agricultura, la construcción y los servicios, el país cuatriplicó su PBI y redujo la pobreza del 60% de la población a 20% (antes de la pandemia, hoy está en 27.5%).

De pronto, más allá de la informalidad y los graves déficits estructurales, la economía peruana se convirtió en una de ingreso medio. En este contexto, el Perú ya no podía seguir creciendo como antes porque no había diversificado y complejizado sus exportaciones, y no podía seguir pagando salarios bajos como antes. La lentificación del crecimiento genera la sensación de que la prosperidad se acaba y las mayorías que dejaron de ser pobres algunos años atrás caen en desesperación y se vuelven frágiles frente al discurso populista y demagógico del eje bolivariano. Pasó en Venezuela, Argentina, Chile, Perú, Ecuador y Bolivia.

¿Por qué se ralentiza la economía y los ex pobres caen presas del discurso populista? Por falta de una nueva oleada de reformas que relancen la productividad y la economía. Las economías asiáticas que alcanzaron el desarrollo en los últimos 50 años reformaron sus sistemas institucionales para conseguir predictibilidad para los mercados e inversiones, reformaron radicalmente sus sistemas educativos, e invirtieron en ciencia y tecnología como nunca antes, y de esos procesos salieron los nuevos emprendedores y las exportaciones en tecnología digital. Un proceso de ese tipo no podía avanzar sin una reforma integral del sistema de salud y sin una inversión gigantesca en infraestructuras. El resultado de esta segunda ola de reformas en el sudeste asiático: el desarrollo.

En el Perú y América Latina sucede lo contrario. La ralentización del crecimiento y la desesperanza de los ex pobres genera un espacio para la guerra cultural en contra de las libertades y la inversión. La demonización de la empresa privada y la fábula del demonio “neoliberal” se agranda. En este contexto, no solo no se avanza hacia nuevas reformas, sino que se involuciona gradualmente: a pesar de la Constitución desreguladora de 1993 y los 22 tratados de libre comercio la economía peruana es una de las más burocráticas de la región y la guerra contra las inversiones se intensifica.

Planteada las cosas así, la disyuntiva es incuestionable: o el Perú avanza hacia nueva ola de reforma (fin de la burocracia, reformas tributaria, laboral, de la educación, de la salud y de infraestructuras) siguiendo el ejemplo de Corea del sur, o involuciona al colectivismo, al estatismo del modelo venezolano, y se convierte en una fábrica nacional de pobreza.

  • 23 de julio del 2023

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