En las montañas de Cajamarca, bajo un suelo que guarda una de l...
Que el Ejecutivo y el Congreso actuales desarrollen reformas fundamentales que alteren el curso institucional, político y económico del país no parece posible. Estas instituciones fundamentales del Estado de derecho no tienen la fuerza política necesaria y, por otro lado, las conocidas inclinaciones populistas de las bancadas legislativas nos indican que cualquier reforma o cambio sustancial se desarrollará mirando a los electores, en busca de los votos esquivos.
Por todas estas consideraciones lo más prudente para el país es que las instituciones mantengan el llamado statu quo y todas las energías políticas se focalicen en el debate de los programas y alternativas electorales. Es lo más sano para recuperar la salud política y salir de la judicialización generalizada del espacio público en la que los códigos y procedimientos penales empiezan a reemplazar los debates de fondo alrededor de las instituciones y la economía.
Un debate trascendental, a nuestro entender, tiene que ver con el actual modelo económico vigente en las últimas tres décadas. ¿Debe ser cambiado como plantea la izquierda antisistema? ¿Debe ser reformado y profundizado? El gran problema de la política en el Perú es que los movimientos de la centro derecha no suelen defender abiertamente el modelo económico, y esa es una de las razones de la crisis política.
Sin embargo, un debate alrededor de este tema nos sacaría en el acto de la grave enfermedad nacional sobre la judicialización del espacio público. Por ejemplo, si se propone abandonar el modelo económico actual, ¿cuál es la alternativa? Todos conocemos la tragedia humanitaria que se ha desencadenado en Venezuela con el estatismo, el Estado empresario y la regulación de precios y mercados: más de diez millones de venezolanos –un tercio de la población– huyendo de la represión y del hambre. Igualmente, todos ya conocemos la crisis del modelo de sustitución de importaciones en Bolivia que amenaza con erosionar a la sociedad boliviana. ¿Cuál, entonces, es el modelo alternativo al régimen económico de nuestra Constitución?
En el sur del Perú, luego de la violencia del golpe fallido de Pedro Castillo. que destruyó el turismo y desató la recesión, y después del fracaso de Bolivia, las cosas parecen más claras: no hay alternativa al modelo. Allí está la fortaleza del sol peruano que se percibe a primer golpe de vista frente a la debacle del boliviano.
No hay entonces modelo alternativo. Sin embargo, las cosas no están bien en nuestra economía y los candidatos de la centro derecha que defienden el régimen económico de la Constitución deberían poner los puntos sobre las íes y subrayarlo. Durante estas últimas tres décadas los mercados –ya sean formales o informales– y la inversión privada han sostenido al Perú y a la peruanidad: se redujo la pobreza del 60% de la población a 20%, antes de la pandemia, y las clases medias se expandieron como nunca antes. Mirando las cosas desde dos siglos de experiencia republicana nunca se había logrado tales niveles de inclusión e integración de los peruanos como ahora.
No obstante, no llegamos al desarrollo, no superamos nuestra condición de sociedad de ingreso medio y la involución empezó (desde el gobierno de Ollanta Humala) y volvimos a aumentar la pobreza. ¿Cuál es la causa de esta situación? El Estado, la política y los políticos. Mientras el mercado salvaba al Perú, el Estado se dedicaba a crear sobrerregulaciones, ministerios y oficinas para empoderar a una burocracia. La burocratización del Estado se convirtió en una muralla que bloqueaba inversiones y alentaba la informalidad.
La burocratización del Estado y la involución del modelo se desencadenó porque las centroderechas fueron incapaces de defender el modelo y las narrativas y relatos dominantes provinieron de las izquierdas. La empresa privada y los mercados fueron demonizados y el Estado se encumbró como “el gran redistribuidor, el gran guardián de los intereses de las mayorías”.
Defender el modelo económico y la necesidad de desarrollar reformas es defender las libertades, la eliminación de la pobreza y la prosperidad de la sociedad. Las centro derechas tienen una enorme responsabilidad.
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