La guerra de clases que empobrece a más de 6,700 ganaderos

Los ataques y el saqueo de las plantas de Gloria y Laive en Arequipa, dos empresas emblemáticas de la industria láctea nacional, han afectado a alrededor de 6,725 ganaderos que trabajan con la industria láctea. Como es evidente, la mayoría de estos productores son pequeños ganaderos. La destrucción y la vandalización de ambas plantas ha detenido la capacidad de acopio de la producción nacional y ha generado grandes problemas para evaporar la leche de manera inmediata.

¿Cómo entender semejante barbarie de vanguardias comunistas que desataron el odio ideológico contra empresas que brindan miles de empleos y de las cuales dependen, igualmente, miles de ganaderos? La única explicación: la guerra de clases que fomenta la ideología trasnochada del comunismo, del colectivismo, y que desarrolla el relato mágico acerca de que la pobreza se explica porque “las empresas, los ricos y el capitalismo le roban la riqueza a los pobres”. Sin embargo, el efecto inmediato del acto terrorista de atacar y saquear dos empresas de la industria láctea es el empobrecimiento de miles de ganaderos y la quiebra inevitable de los más pequeños.

La relación de las empresas Gloria y Laive con los ganaderos del Perú, revela que la inversión privada y las empresas avanzan beneficiando no solo a los consumidores, sino también creando empleo, fomentando el crecimiento de otras empresas e industrias. Así sucede en la industria láctea nacional, una de las más competitivas del planeta, porque se desarrolla en una economía abierta con 22 tratados de libre comercio.

La producción nacional de leche fresca es de aproximadamente seis millones de litros por día. Más del 43% de esta producción se concentra en las cuencas del sur (Arequipa, Moquegua y Tacna) y del norte (Cajamarca y La Libertad). De este total de producción nacional, la industria láctea nacional (Gloria, Laive y Nestlé) compra más del 50%; en otras palabras, más de la mitad de la producción del país. Se entenderá entonces que la destrucción de las plantas de Gloria y Laive en Arequipa ha paralizado gran parte de esta actividad nacional. Se calcula que la industria ha dejado de acopiar cerca de un millón de litros al día; es decir, una tercera parte de las compras diarias.

Como se aprecia con absoluta claridad, la guerra de clases promovida por el anterior Gobierno –de Pedro Castillo, el Movadef y Perú Libre– era una fuente directa de empobrecimiento de todos los peruanos. Como todos sabemos, mediante los gabinetes descentralizados del Gobierno de Castillo se alentó un discurso de odio, de enfrentamientos, exigiendo el poder total de la república a través de la propuesta de la asamblea constituyente.

La guerra de clases promovida por el anterior Ejecutivo pretendía señalar que la pobreza de grandes sectores del país no se explicaba por falta de mayor inversión y crecimiento, o por los fracasos del Estado en la redistribución de la renta nacional, sino porque “los ricos y los empresarios le robaban la riqueza a los trabajadores y a los pobres”.

Hoy vemos el resultado directo de la fábula comunista, con la desesperación de miles de ganaderos que no pueden vender su producción a la industria láctea nacional. Una vez más queda en evidencia que las corrientes comunistas, los sectores colectivistas vinculados al eje bolivariano, son verdaderas fábricas de pobreza. En nombre de los pobres, buscan legislar en contra de la inversión e innovación y aprueban leyes que declaran derechos –como los decretos del sector Trabajo sobre la sindicalización– con el único resultado de ahogar y desaparecer la inversión privada.

La historia de la humanidad en los siglos XX y XXI demuestra que la única fuente de prosperidad y bienestar de los trabajadores y las pequeñas empresas es la inversión privada, la innovación de los mercados. Así sucede en Estados Unidos, por ejemplo, y así pasa en la relación de los ganaderos con la industria láctea del Perú. ¡Hay, pues, que detener la barbarie colectivista!