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El acceso a internet en las zonas rurales del Perú sigue siendo un problema grave. Mientras que casi el 80% de los poblados urbanos tienen acceso a internet móvil, en las áreas rurales esta cifra se reduce drásticamente. Solo la mitad de los hogares en estas comunidades cuentan con el servicio, y la mayoría depende de la conectividad móvil, con un 93.4% de accesos a través de teléfonos o tabletas. A pesar de esta necesidad, el 70.97% de los centros poblados rurales, que representan al 11% de la población nacional, no cuentan con servicios móviles.
Las razones de esta desigualdad son diversas: falta de infraestructura, bajos niveles de asequibilidad y escasa alfabetización digital. La situación es particularmente crítica en regiones como Cusco y Cajamarca, donde miles de pobladores carecen de cobertura. Además, cerca del 45% de los centros poblados a nivel nacional no tienen acceso a electricidad, lo que limita aún más las posibilidades de conectividad. Esta brecha digital no solo impide el acceso a la información y la educación, sino que también restringe oportunidades de desarrollo económico y social para millones de peruanos.
Una solución viable para reducir esta brecha sería la implementación de un satélite de comunicaciones propio. El Perú ha demostrado interés en la tecnología espacial con el lanzamiento del satélite de observación terrestre PerúSAT-1 en 2016, pero sigue dependiendo de servicios satelitales extranjeros para telecomunicaciones. El Estado peruano gasta anualmente millones de dólares en la contratación de estos servicios, con un desembolso acumulado que podría alcanzar los 325 millones de dólares en 15 años. Con estos recursos, podría financiarse la adquisición y operación de un satélite propio.
Otros países de la región, como Argentina, Bolivia y Brasil, han desarrollado sus propios satélites de comunicaciones, reduciendo su dependencia de proveedores externos y garantizando la soberanía en la transmisión de datos. Para el Perú, un satélite de comunicaciones permitiría llevar conectividad a localidades rurales aisladas, especialmente en regiones como Loreto, Ucayali y Madre de Dios, donde la geografía dificulta la instalación de redes de fibra óptica. Esto facilitaría el acceso a educación, salud y servicios gubernamentales, promoviendo la inclusión digital.
Otro beneficio clave de un satélite de comunicaciones es su papel en la gestión de desastres naturales. El Perú es altamente vulnerable a terremotos, inundaciones y deslizamientos de tierra, eventos que suelen afectar gravemente la infraestructura de telecomunicaciones terrestre. Con un satélite propio, se podrían garantizar canales de comunicación en situaciones de emergencia, permitiendo una mejor coordinación en las labores de rescate y asistencia humanitaria.
El costo estimado de un satélite de tipo HTS (High Throughput Satellite) oscila entre 180 y 325 millones de dólares. Aunque representa una inversión importante, los ahorros en contrataciones anuales de servicios satelitales justificarían la decisión. Además, el satélite podría generar ingresos adicionales al alquilar capacidad a operadores privados. A nivel tecnológico, este proyecto impulsaría la formación de especialistas en ingeniería aeroespacial y telecomunicaciones, fortaleciendo la investigación y la innovación en el país.
Para garantizar el éxito de este proyecto, el Estado peruano debe formular una política integral que combine el uso del satélite con las redes terrestres existentes, como la Red Dorsal Nacional de Fibra Óptica y las redes regionales. Una estrategia coordinada permitiría optimizar recursos, mejorar la calidad del servicio y cerrar la brecha digital en las zonas más vulnerables del país. El momento de actuar es ahora: un satélite de comunicaciones propio no solo es una inversión tecnológica, sino una herramienta clave para el desarrollo y la equidad en el Perú.
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