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El Perú es un país emplazado en América del Sur que, por los vestigios de una cultura milenaria, su riqueza geográfica y su gastronomía de talla mundial, está llamado a convertirse en una potencia turística mundial. A pesar de tener a Machu Picchu, una de las maravillas del mundo, y las Líneas de Nazca, el país no aparece en los principales destinos turísticos del planeta.
Para entender el tamaño de los problemas, en el 2024 Francia –el principal destino del turismo mundial– tuvo más de 100 millones de turistas, España más de 94 millones, Estados Unidos más de 72 millones y México sumó 46 millones. El 2025 en el Perú se proyecta recibir a 4.4 millones de turistas, superando los números alcanzados antes de la pandemia. En otras palabras, muy lejos de los grandes en esta actividad.
El país entonces está demasiado lejos de sus potencialidades. Sin embargo, a pesar de todos los problemas las cosas empiezan a mejorar por la fuerza de nuestros destinos turísticos. El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) proyecta que en el 2025 el sector sumará cifras sin precedentes: un aporte económico de más de US$ 23 millones, una cantidad que representará el 7.8% del PBI, y se crearán más de 1.17 millones de puestos de trabajo vinculados al sector. Cerca del 7% del total de trabajos del país.
Es decir, junto a la minería y las agroexportaciones, el turismo tiene el potencial de convertirse en una de las columnas fundamentales del crecimiento, el desarrollo y la prosperidad nacional. Al respecto vale señalar que el turismo, por estar vinculado a gran parte de las provincias andinas, zonas que albergan altos porcentajes de pobreza, puede convertirse en una de las herramientas fundamentales en la lucha contra la pobreza en provincias y distritos del Cusco, Arequipa y Puno.
¿Cuáles son los obstáculos que impiden que el Perú se convierta en una potencia turística mundial? En primer lugar, la debilidad del Estado de derecho y la crisis de seguridad ciudadana que afecta al conjunto de la sociedad, a la capital y las provincias. Hoy, por ejemplo, los boletos para el ingreso a Machu Picchu en gran parte están manejados sin criterios profesionales, con irregularidades e incluso por mafias. Por otro lado, la seguridad de los aeropuertos y carreteras es cuestionable y produce alertas en los países desarrollados.
En segundo lugar, la falta de infraestructuras: carreteras, trenes y servicios aéreos. No hay suficiente servicio aéreo a los principales aeropuertos turísticos ni entre las provincias de una región. como sucede en cualquier país con políticas de Estado a favor del turismo. Otra gran posibilidad es conectar todos los destinos por trenes y ganar una increíble productividad.
El Perú tiene todas las condiciones para convertirse en una potencia turística mundial: una riqueza histórica y natural que no tiene nada que envidiar a otras civilizaciones del planeta. Desde Machu Picchu, pasando por las Líneas de Nazca hasta los diferentes escenarios del Amazonas y otros circuitos regionales. Se podría vender incluso un paquete turístico para todo el sur del Perú que empiece con la Reserva de Paracas, las Líneas de Nazca y termine con Macchu Picchu y demás restos arqueológicos.
El efecto multiplicador del desarrollo de nuestro potencial turístico sería de tal envergadura sobre la reducción de pobreza, la oferta de servicios, la reforma de las carreras de turismo, que no sería nada extraño que así como se habla del milagro agroexportador del Perú se comience a mencionar el milagro turístico del país.
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