Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
Según la Autoridad Nacional del Agua (ANA), el Perú es el octavo país con mayor cantidad de agua en todo el mundo. Es superado solo por países como Rusia, Estados Unidos y Canadá; es decir, solo por aquellos con una mucho mayor extensión territorial. “El Perú es un país privilegiado, pues cuenta con 1.89% de la disponibilidad de agua dulce del mundo”, precisa la página web de la ANA, que brinda otros datos sumamente interesantes: en el Perú se encuentra el 71% de los glaciares tropicales, tenemos más de mil ríos, 12,000 lagunas y tres grandes vertientes: la del Pacífico (los ríos de la costa), la del Atlántico (los ríos de la selva) y la del lago Titicaca.
El Perú emplea apenas una muy pequeña parte del agua dulce de que dispone, pues el 95% del agua peruana se pierde en los océanos. En cuanto a esa pequeña fracción que usamos, la ANA señala que el 80% se emplea en la agricultura, el 12% en el consumo humano, el 6% en el uso industrial y el 2% en la minería. Esas cifras son la más contundente refutación de uno de los grandes mitos antimineros propagados por la izquierda, el de que la minería le quita una importante cantidad de agua a la agricultura. La agricultura utiliza 40 veces más agua que la minería, así que es casi imposible que el consumo de agua de la minería llegue a perjudicar alguna vez a la agricultura.
¿Por qué el 95% del agua dulce peruana se pierde en los océanos? Porque falta de construcción de represas y reservorios que solucionarían el problema del agua y permitirían que la agricultura de minifundio (95% de la extensión agrícola) incremente su productividad con más de dos cosechas al año.
Otro de los grandes mitos de la izquierda antiminera es que todo el agua dulce proviene de las llamadas “cabeceras de cuenca”; es decir, de los territorios ubicados por encima de los 3,000 metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.). Sin embargo, la verdadera fuente de agua son las lluvias, que caen en todo el territorio nacional, y no solo en las “cabeceras de cuenca”, como equivocadamente sostienen los antimineros. Construir represas y reservorios permitiría, pues, cosechar el agua de lluvia y convertir al Perú en una potencia hídrica..
Lo de las cabeceras de cuenca es una narrativa sin base científica pero que incluso ha sido considerada en la ley N° 30640, Ley de Recursos Hídricos, en la que se establece la posibilidad de establecer zonas intangibles (libres de industrias de cualquier tipo) sobre los 3,000 m.s.n.m. Un absurdo, porque el 80% de las minas en ejecución en el país y el 85% de los proyectos de nuestra cartera de inversiones mineras (de más de US$ 62,000 millones) se ubica sobre los 3,000 m.s.n.m.
En otras palabras,mediante esa ley el radicalismo antiminero estaría en condiciones de jaquear al desarrollo de la minería del país condenando a cerca del 30% de pobres del país a permanecer bajo el sufrimiento de esa lacra social. Ya hace más de diez años, bajo el lema “agua sí, oro no”, el Perú dejó pasar la oportunidad de iniciar el proyecto minero Conga, en Cajamarca, que hubiera dinamizado la economía de esa región, una de las más pobres del país. Y todo ello basado en mentiras, como se puede comprobar revisando la data que la propia ANA ofrece en su página web:
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