Algunos días después de la APEC, poco a poco, el Per&uac...
Los avances en la construcción del puerto de Chancay –una inversión estimada en US$ 3,500 millones– han desnudado todo el potencial y las falencias de la sociedad peruana. Por un lado, los avances en Chancay nos recuerdan que por la morfología y la geografía de las costas del Perú en el océano Pacífico están llamadas a conectar, por vía terrestre, con las costas del Atlántico en Brasil, mediante todas las infraestructuras posibles (trenes, carreteras e incluso ríos).
En ese sentido nuestro país es uno bendecido por la geografía y la provisión de recursos naturales. Sin embargo, los retrasos alarmantes e increíbles en la construcción de infraestructuras alrededor del puerto de Chancay –desde autopistas, carreteras y trenes hasta infraestructura urbana– nos revelan que el Estado peruano casi es un Estado fallido, incapaz de acompañar todas las posibilidades y las potencialidades del Perú.
El desarrollo de Chancay, por las inversiones chinas, ha desatado un legítimo interés de los Estados Unidos en mantener la influencia en territorio peruano, habida cuenta de que el Perú está privilegiado por la geografía. En los próximos años la geopolítica mundial también estará presente en nuestro territorio, algo que se puede utilizar adecuadamente para acelerar nuestro camino al desarrollo.
El Estado, pues, se convierte en la principal muralla en contra del desarrollo del Perú, porque un Estado eficiente solo puede ser el resultado de la existencia de un Estado de derecho, de instituciones consolidadas que organizan la gobernabilidad y la viabilidad social. En el Perú el Estado de derecho es frágil y el Estado es tan ineficiente que, con su multitud de sobrerregulaciones y procedimientos, se convierte en la principal fuente de pobreza cuando bloquea inversiones privadas y también de la informalidad cuando aleja a los pequeños de la legalidad económica.
El Perú, por su geografía, morfología y por su dotación de recursos naturales, puede vivir una nueva edad de oro que lo convierta en un protagonista mundial; tal como sucedió, por ejemplo, durante el Virreinato y la llamada época del guano. Sin embargo, la maldición de los recursos naturales –que padecen Venezuela, Bolivia y diversos estados africanos que han quebrado sus procesos de construcción de estados de derecho e instalado gobiernos autoritarios que succionan la riqueza nacional– nos deja en claro que los recursos naturales por sí solos y la bendición de las geografías no producen riqueza y prosperidad. De lo contrario, el Perú sería una potencia mundial superior a cualquier país asiático o europeo.
La clave de la prosperidad de una sociedad, luego de más de dos siglos y medio de revolución industrial, es la construcción de un Estado de derecho, un sistema de derechos de propiedad e instituciones que funcionen y controlen el poder. En ese contexto, la innovación de los mercados y la iniciativa empresarial producen una energía poderosa en relación con los recursos naturales y la geografía. En esa perspectiva, las potencialidades del país en agroexportaciones, minería, pesca, turismo e infraestructuras pueden convertir al Perú en un “Singapur continental”.
Consolidar el Estado de derecho hoy en el Perú significa restablecer el principio de autoridad que amenazan las economías ilegales que pretenden construir zonas liberadas de la Constitución y las leyes nacionales; igualmente, implica mantener el cronograma constitucional hacia el 2026 y organizar una salida electoral y un cambio de gobierno favorable a la Constitución y la consolidación del Estado de derecho.
En cuanto al desarrollo casi no hay nada que descubrir. La experiencia mundial nos demuestra que sin Estado de derecho es imposible imaginar desarrollo y prosperidad, y menos la extensión de las libertades.
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