Al margen de adhesiones y rechazos es incuestionable que, pese...
Luego de varios días de la tragedia en Trujillo, que dejó un saldo de 6 muertos y 80 heridos, las investigaciones deben continuar, establecerse las responsabilidades y las indemnizaciones correspondientes. Sin embargo, llama la atención la miseria y el oportunismo ideológico de los sectores que utilizan la tragedia, el dolor de los peruanos, para desempolvar una agenda anticapitalista en contra de la inversión privada.
El intento de satanizar al capitalismo y el sector privado que aportan más del 80% de los ingresos fiscales y generan más del 80% de los empleos, de una u otra manera, está sobre la mesa. No estamos aquí para negar responsabilidades, pero sí para defender las inversiones en los centros comerciales que han transformado el rostro de las ciudades, han reorganizado las ciudades, modificando la conducta de proveedores y consumidores e, incluso, tienen que ver con la reconfiguración social de Lima y otras ciudades del Perú.
En el Perú existen más de 100 centros comerciales o malls que han creado más de 180,000 empleos directos. Considerando los empleos indirectos que se crean por cada empleo (3x1) el efecto social es enorme en las ciudades.
Antes de las construcciones de los centros comerciales en el Perú únicamente existían los mercados municipales atravesados por desagües de donde salían ratas que se cruzaban entre los consumidores. Muchos no recuerdan que esas eran las notas distintivas del comercio familiar en las ciudades.
Las corrientes anticapitalistas pretenden crear la narrativa acerca de que los accidentes y los imprevistos no existen en la economía moderna, y que si ellos se producen solo es responsabilidad del capitalismo. Para ilustrar que los accidentes existen en las naciones más desarrolladas, con los sistemas de supervisión estatal más sofisticados, vale señalar que el accidente más letal de aviación del año pasado se produjo en Corea del Sur, con un saldo de 179 personas fallecidas. El 2024 también se estrellaron dos trenes en Alemania, dejando un saldo de 14 muertos. Pocos años atrás, el edificio Surfside, en Florida (Estados Unidos), se desplomó dejando un centenar de fallecidos. La causa: el agua de la piscina se filtraba constantemente al garaje, lo que contribuyó a causar óxido en los fierros de la estructura. El edificio se desplomó en la noche, cuando todos dormían.
En las sociedades capitalistas los accidentes o cualquier negligencia se investigan y luego se desarrollan las reformas para evitar que vuelvan a suceder los siniestros. En el socialismo los accidentes se producen para que sigan sucediendo hasta el infinito.
En Perú el incendio de Mesa Redonda del 2001 causó la muerte de 277 peruanos y más de 180 personas se declararon desaparecidas. Sin embargo, luego de dos décadas, todo sigue igual: los mismos puestos, la misma tugurización y todo asemeja a una bomba de tiempo a punto de explotar. Acaba de desatarse un incendio en uno de los almacenes cercanos. ¿Por qué no se levanta una ola de ira en contra de esta situación?
Ante la desgracia en Trujillo algunos alcaldes, deseosos de captar la noticia, por temas realmente menores, han procedido a cerrar 13 centros comerciales, generando S/ 17 millones en pérdidas diarias y afectando el empleo de más de 65,000 trabajadores, según la Asociación de Centros Comerciales y Entretenimiento del Perú. Por otro lado, algunos pretenden lanzar un shock regulatorio, una ola burocrática, para ahogar a los centros comerciales y los negocios con el viejo cuento de que todo es responsabilidad del sector privado, en tanto que el Estado es “el guardián de los derechos de los peruanos”.
Es evidente que el dolor de las familias afectadas atraviesa a cualquier peruano de buena voluntad. Sin embargo, el luto no nos debe llevar a aceptar el cinismo de quienes pretenden decirnos que las tragedias y los accidentes solo suceden en el capitalismo del Perú y que, por lo tanto, se justifica la ola anticapitalista.
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