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Hasta inicios de 2020, antes de la llegada de la pandemia de covid-19, la problemática de la pobreza en el Perú afectaba apenas al 20% de su población. Entre las circunscripciones geográficas más vulnerables se destacaba la región de Cajamarca, en la que un 37.9% de su demografía estaba sumido en la penuria económica. Este hecho ubicaba a Cajamarca como la segunda región con mayor índice de pobreza en la nación. No obstante, el panorama económico peruano ha sufrido transformaciones sustanciales debido a las derivaciones de la pandemia, así como a la deficiente gestión económica del Gobierno del expresidente Pedro Castillo. La tasa de pobreza en el Perú ha experimentado un incremento al 27.5%; y en esta dinámica, la región de Cajamarca ha sido víctima de un revés económico de considerables proporciones, registrando a un alarmante 44.3% de su población sumida en la carestía, según un reciente informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Los estragos son evidentes: más de 76,000 habitantes de Cajamarca han ingresado al abismo de la pobreza en el último año.
En contraste, en las antípodas económicas, prevalecen las regiones de Ica y Moquegua, ambas con índices de pobreza que no rebasan el umbral del 10%. En Ica, tal fenómeno se encuentra cimentado en dos factores: la agroexportación y el turismo. Por su parte, Moquegua asienta su éxito económico exclusivamente en la minería, con la presencia destacada de minas de envergadura como Quellaveco y Cuajone.
Es importante destacar que Cajamarca podría ostentar una producción minera de magnitudes análogas o incluso superiores a las de Moquegua; no obstante, la presencia del radicalismo antiminero ha tejido narrativas infundadas y leyendas en torno a la industria minera. Dichos relatos sugieren que la fuente de la pobreza en la región está en “las corporaciones y empresas que anhelan la explotación minera con la intención de despojar a las comunidades”. Las secuelas de tales relatos sson que 16 de los 20 distritos más empobrecidos del país están situados en la demarcación de Cajamarca.
Conforme al análisis contenido en un informe emitido por el Ministerio de Energía y Minas (Minem), Cajamarca se yergue como líder en la cartera de inversión minera, con un total de US$ 18,050 millones, equivalente al 33.9% del total de la inversión minera en el país. Entre los proyectos mineros de esta región resaltan Michiquillay, una mina de cobre con planes de iniciar su producción en el año 2025 con una inversión de US$ 2,500 millones, y Yanacocha Sulfuros, que involucra una inversión de US$ 2,100 millones.
Como sabemos en Cajamarca se encuentra el conocido "cinturón de cobre del norte", que abarca yacimientos de relevancia tales como Conga, Galeno, La Granja, Michiquillay, Chalhuahón, entre otros. En caso de operar, estas minas podrían producir anualmente 1.5 millones de Toneladas Métricas de Cobre (TMC), situando al Perú en una posición de mayor cercanía con respecto a Chile en términos de producción de dicho metal, dado que Chile genera anualmente 5 millones de TMC, mientras que el Perú alcanza los 2.5 millones de TMC. Este escenario también acarrearía un incremento en los ingresos por concepto de canon y regalías para la región, pasando de S/ 300 millones a S/ 2,400 millones.
Entre los proyectos mineros mencionados, Michiquillay emerge como el más próximo a iniciar sus operaciones, con un inicio de producción proyectado para 2029. El yacimiento atesora una reserva de más de 2,200 millones de toneladas de minerales de alto valor, incluyendo cobre, oro, plata y molibdeno. Respaldado por una inversión de US$ 2,500 millones, Michiquillay puede tener un papel trascendental en el contexto minero peruano. El proyecto ha cumplido con todos los requisitos legales y ambientales, incluso con la aprobación de su Estudio de Impacto Ambiental por parte del Ministerio de Energía y Minas (Minem) en octubre del año pasador. Asimismo, en febrero del presente año, la entidad concesionaria, Southern Peru, solicitó la autorización para el inicio de las operaciones de explotación.
Los desafíos económicos y sociales que enfrenta Cajamarca demandan una respuesta inmediata y medidas de envergadura. La región ostenta un potencial económico de considerable magnitud, particularmente en el ámbito de la industria minera, la cual, si es manejada con responsabilidad y sostenibilidad, posee la capacidad de engendrar una transformación de proporciones trascendentales en la economía y el desarrollo regional. No obstante, es innegable que en Cajamarca el discurso adverso a la minería ha ganado terreno gracias a la propagación de relatos falaces y leyendas infundadas. Entre las leyendas adversas a la minería, destaca aquella que vincula esta actividad con la escasez de agua, recurso vital para la agricultura. Un ejemplo paradigmático de esta dinámica se encuentra en el caso de Conga, un vasto yacimiento que hace una década protagonizó un agudo conflicto social bajo el lema "agua sí, oro no", que llevó a la suspensión indefinida del proyecto.
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