Editorial Economía

Cajamarca: el cobre enterrado bajo la pobreza

Michiquillay puede revertir décadas de atraso en Cajamarca

Cajamarca: el cobre enterrado bajo la pobreza
  • 04 de agosto del 2025

 

La región Cajamarca es una verdadera paradoja económica. Sentada sobre una de las reservas de cobre más importantes del Perú —y del mundo—, sigue apareciendo en los primeros lugares de pobreza en el país. Casi la mitad de su población vive con lo mínimo, en una región donde la riqueza natural abunda. Esta brecha entre potencial y realidad no es nueva, pero se hace más evidente cuando se observa que 16 de los 20 distritos más pobres del Perú están en su territorio. ¿Cómo se explica que una zona tan rica siga estancada? La respuesta está en la historia inconclusa de su desarrollo minero.

Durante más de una década, proyectos mineros clave fueron paralizados por conflictos sociales impulsado por grupos abiertamente antimineros. El caso emblemático fue Conga, que naufragó en 2011 tras una ola de protestas. Desde entonces, la relación entre minería y comunidad ha quedado marcada por la desconfianza. Sin embargo, Cajamarca alberga una tercera parte de toda la cartera minera del Perú, con proyectos valorizados en más de US$ 18,000 millones. Entre estos destaca Michiquillay, que se perfila como una oportunidad concreta de romper el círculo de pobreza.

Michiquillay, ubicado en el distrito de La Encañada, representa mucho más que una mina: es una prueba de que la minería puede ser una palanca real de desarrollo. Adjudicado en 2018 a Southern Perú Copper Corporation, el proyecto planea iniciar su fase de construcción en 2027. Contiene más de 2,280 millones de toneladas de mineral, con una ley promedio de 0.43% de cobre. Se espera que produzca 225,000 toneladas métricas de cobre anuales durante 25 años, además de molibdeno, oro y plata. La inversión prevista supera los US$ 2,500 millones, y se estima que generará más de 80,000 empleos entre directos e indirectos.

Pero el verdadero valor de Michiquillay no está solo en cifras de producción, sino en su rol potencial como eje de un clúster minero. Southern Perú ha señalado que este proyecto no operará de forma aislada, sino como parte de un ecosistema junto con Galeno, La Granja y otros yacimientos cercanos. En conjunto, podrían colocar a Cajamarca como una de las zonas de mayor producción de cobre del planeta. Para esto, se plantea desarrollar infraestructura común, como una vía férrea que conecte el “cinturón de cobre del norte” con el puerto de Bayóvar, clave para mejorar competitividad y atraer nuevas inversiones.

El concepto de clúster no es nuevo, pero aplicado con inteligencia puede cambiar el destino de una región. En lugar de limitarse a extraer minerales, la idea es generar una red de industrias relacionadas: proveedores locales, servicios logísticos, centros de formación técnica, laboratorios, y eventualmente hasta manufactura avanzada. Antofagasta en Chile lo hizo, y hoy no es solo un punto en el mapa minero, sino una ciudad que genera valor agregado. Cajamarca podría seguir ese camino, con Michiquillay como pieza central.

Sin embargo, el éxito del proyecto dependerá también de su legitimidad social. Southern Perú ha creado el Fondo Social Michiquillay (FSM) para destinar parte de las ganancias al desarrollo local. Este fondo busca financiar educación, salud, infraestructura y programas productivos. Pero el dinero, por sí solo, no resolverá décadas de marginación. Lo que hará la diferencia será cómo se gestiona ese fondo: si se hace con transparencia, si se escucha a las comunidades, si hay control ciudadano. De lo contrario, será otra promesa vacía.

Otro desafío clave es el ambiental. Cajamarca es una región con una biodiversidad rica y frágil. Las operaciones mineras deberán demostrar que es posible extraer cobre sin destruir fuentes hídricas ni ecosistemas. El Estudio de Impacto Ambiental aprobado para Michiquillay establece compromisos claros, pero su cumplimiento será vigilado de cerca. La minería del siglo XXI ya no puede ignorar la sostenibilidad, porque de ello depende su viabilidad social y política.

El contexto internacional ofrece una ventana de oportunidad. La transición energética global, que impulsa autos eléctricos, energías renovables e infraestructuras verdes, ha disparado la demanda de cobre. Perú tiene las reservas, y Cajamarca tiene parte crucial de ellas. Si se juega bien, Michiquillay puede convertirse en el proyecto emblema de una minería moderna, inclusiva y responsable. Pero para que eso ocurra, se necesita más que inversión: se necesita liderazgo, gestión y una visión de largo plazo.

En resumen, Cajamarca no puede esperar más. El desarrollo minero ya no puede quedarse en discursos técnicos ni en promesas electorales. Michiquillay representa una posibilidad real de romper el ciclo de pobreza que ha marcado a esta región por generaciones.

  • 04 de agosto del 2025

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