Rescatando al astronauta Watney

Crítica de la más reciente película de ciencia ficción de Ridley Scott

El británico Ridley Scott (South Shields, 1937), es uno de los directores de cine más importantes de la actualidad. Entre sus 25 películas figuran algunas obras emblemáticas de las últimas décadas, como Thelma y Louise (1991), Gladiador (2000) y La caída del halcón negro (2002); pero es en el campo de la ciencia ficción en el que, a inicios de su carrera, nos entregó dos verdaderas obras maestras: Alien, el octavo pasajero (1979) y Blade runner (1982). Y aunque ha hecho otras películas dentro de este género, es solo con su más reciente trabajo, Misión rescate (The martian, 2015), actualmente en nuestra cartelera, que vuelve exitosamente a la ficción “futurista”.

Esta vez la historia se desarrolla en un futuro cercano, cuando Estados Unidos ya está enviando astronautas a explorar Marte. Una tormenta en ese planeta hace que la misión Ares III regrese a la Tierra, abandonando a uno de sus integrantes, el científico Mark Watney (interpretado por Matt Damon), a quien creen muerto. La película nos cuenta paralelamente la historia de supervivencia de Watney, completamente solo en un planeta desértico y hostil; y las iniciativas de los directivos de la NASA, encabezados por su director Teddy Sanders (el actor Jeff Daniels), para intentar rescatarlo. Hay todavía un tercer escenario, la nave espacial en la que viajan el resto de integrantes de Ares III. Ellos, en pleno retorno a la Tierra, se enteran de que en realidad han abandonado vivo a su compañero, y quieren regresar a buscarlo al planeta rojo.

Ambas historias se complementan bien. En la de Watney, lo vemos superar con mucho ingenio todos los problemas que enfrenta, desde la falta de alimentos (crea “agua” artificialmente para sembrar papas) hasta la incomunicación con la tierra. Todo esto lo hace frente a una cámara, dirigiéndose constantemente y con mucho sentido del humor a quienes puedan encontrar esa grabación; en realidad, a los propios espectadores de la película. Por su parte, la historia de la NASA y sus planes de rescate ofrecen la tensión dramática necesaria para mantener el interés a lo largo de las más de dos horas que dura la película, incluyendo algunos acertados giros y peripecias. Además, los bellos paisajes “marcianos” (la filmación se hizo en Arizona) compensan a los espacios cerrados de las naves espaciales y oficinas terrestres.

Se trata pues, de un relato que combina relatos clásicos y modernos, desde la novela Robinson Crusoe (1719) hasta la película Gravedad (2013), pasando por Rescatando al soldado Ryan (1998) y El náufrago (2000). Pero esta vez Scott ha decidido quitarle a esos relatos todas las complicaciones conexas, y presentarnos solamente una interesante y agradable película de aventuras, apta para todo tipo de público. Por eso no hay aquí muertes ni el protagonista se plantea problemas metafísicos; es más, para convertirlo en un personaje carismático se apela constantemente a referentes mediáticos relacionados con la “felicidad”, desde la serie de televisión Happy days (suele verla, y en la primera foto que envía desde Marte, aparece él haciendo el gesto característico de Fonzie) hasta la setentera música de Abba y Donna Summer. Y Scott logra finalmente sus propósitos, pues Misión rescate es una muy buena película, una aventura “espacial” mucho más lograda que Gravedad; aunque sin la complejidad ni riqueza de las grandes películas de ciencia ficción, como Odisea del espacio o Blade runner.