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T2 Trainspotting: los chicos vuelven al barrio
Cada generación tiene una o varias películas emblemáticas de su juventud, que definen sus gustos musicales y también sus aspiraciones e inquietudes con respecto al siempre difícil acceso al mundo de los adultos. En el caso de la generación de jóvenes de los años noventa esa película sin lugar a dudas fue Trainspotting (1996), del director Danny Boyle y basada en una famosa novela del escritor Irvine Welsh, ambos británicos. Y aunque muchas veces se propuso hacer la segunda parte de ese mítico filme, tuvieron que pasar veinte años para que Boyle —quien después dirigiría películas tan conocidas como La playa (2000), Quién quiere ser millonario (2008) y Steve Jobs (2015)— por fin se decida con T2 Trainspotting (2017), que cuenta con todo el reparto original, incluyendo al reconocido actor británico Ewan McGregor.
Como se recuerda Trainspotting nos contaba la historia de un grupo de amigos de los barrios pobres de Edimburgo, adictos a la heroína. El recordado monólogo inicial de aquella película (“Elige la vida. Elige un empleo. Elige una carrera. Elige una familia. Elige un televisor grande…”) nos explicaba que estos jóvenes se niegan al destino “normal” (estudiar, conseguir trabajo, casarse, pagar la educación de sus hijos...), y quieren más bien vivir el momento sin preocuparse por el futuro. T2 nos muestra, también desde las primeras escenas, a lo que los llevó esa opción veinte años después: Mark Renton (McGregor), ya lejos de las drogas, sufre un ataque cardíaco. Spud continúa siendo adicto, convertido casi en un mendigo. El violento Begbie está en la cárcel y Sick Boy es un estafador de poca monta. Renton, recuperado del ataque, decide entonces regresar al barrio de su juventud para devolverles a sus viejos amigos el dinero que les robó veinte años antes.
Dos cosas definieron al Trainspotting original: el dinamismo narrativo, llevando la estética del videoclip a la pantalla grande y con la música noventera desempeñando un rol muy importante; y la fusión de la realidad con las alucinaciones de los personajes, con imágenes verdaderamente memorables. En T2 hay poco del primer elemento mencionado, pues el ritmo es más bien lento, con largos recorridos por los lugares en los que los personajes vivieron su juventud (p.e., el regreso de Renton a su habitación en la casa de sus padres); y las alucinaciones solo se ven aquí como “recuerdos” (secuencias de la películas original), que esos recorridos evocan. Hay muchos de esos “guiños”, sin duda destinados a los fanáticos de la película de los noventa. Solo la música se ha puesto al día, pues se escuchan canciones de actualidad, pero que no llegan a tener la fuerza de las de Iggy Pop, Brian Eno, Underworld, David Bowie y cía.
Es evidente que Boyle ha puesto esta vez el mayor énfasis en la nostalgia. Los personajes, todos cuarentones, se dan cuenta de que desperdiciaron sus mejores años, y de que ya es muy tarde para cambiar su destino. Por eso insisten en revivir sus experiencias noventeras y reencontrarse con sus antiguos compañeros de vicios. Pero la nostalgia va más allá de la película original, pues hay numerosas secuencias sobre la infancia de cada uno de los personajes. Definitivamente el paso del tiempo, el deterioro y el fin de la vida son los temas centrales de T2, que por eso resulta tan diferente de la vitalista y frenética película original. Más que una continuación, T2 es el opuesto complementario de su antecesora. De ahí que muchos espectadores hayan quedado decepcionados.
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