El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
No debe ser casualidad que dos de las más importantes películas que candidatean al Oscar 2018 estén centradas en un mismo episodio histórico: la Batalla de Dunkerque (1940, durante la Segunda Guerra Mundial), en la que las fuerzas aliadas intentaron infructuosamente defender a Francia de la invasión nazi. Hace poco el director inglés Christopher Nolan nos entregó en Dunkerque (ocho nominaciones al Oscar) la visión de los propios soldados aliados que participaron en esta batalla; ahora es el turno del también británico Joe Wright (Londres, 1972), quien en Las horas más oscuras (The darkest hours, con seis nominaciones al Oscar), nos brinda un drama sobre los entretelones de las decisiones políticas detrás de este episodio. Y para ello se centra en la figura del controvertido Winston Churchill (1874-1965), entonces recién elegido primer ministro británico.
Si Nolan hizo con esta historia una película épica y coral, en la que casi no había protagonistas ni diálogos, Wright opta por lo completamente opuesto: en su relato hay un único protagonista claramente definido, el viejo fumador y bebedor Churchill, quien a los 64 años de edad (ya en franca vejez) accede al más alto cargo político de su país, tras una serie de movidas “parlamentarias” para defenestrar a su antecesor, Neville Chamberlain. Pero a la vez Churchill es un escritor (le concedieron el Premio Nobel de Literatura en 1953), un hombre de palabras que solía escribir sus propios y recordados discursos. En Las horas más oscuras escuchamos a Churchill —a pesar de sus achaques de vejez— hacer gala de su creatividad verbal y hasta decir los pasajes más célebres de sus discursos; como el famoso “No tengo nada más que ofrecer que sangre, sudor y lágrimas”, con el que asumió el cargo de primer ministro en momentos tan difíciles.
Por todas estas complejidades del personaje (un anciano lleno de vicios, casi misántropo y bastante antipático, a pesar de su talento e inteligencia) ha resultado un verdadero reto para aquellos actores que lo han interpretado en las pantallas. Esta vez el reto ha sido asumido por el actor británico Gary Oldman (Londres, 1958), quien —premunido de muchas capas de maquillaje— logra en esta película una de las mejores performances de toda su carrera. No solo consigue darnos una versión verosímil de un personaje tan polémico y contradictorio, además se convierte en el centro de casi todos los escenas de la película: desde su mal humor y sus rutinas domésticas, hasta sus encuentros y desencuentros con el rey, pasando por sus extrañas salidas a las calles de Londres. Una actuación verdaderamente brillante, que ha sido premiada hace unos días con el Globo de Oro, y que ha llevado a Oldman a ser uno de los candidatos al Oscar de este año.
Acaso el mayor mérito de Wright —especialista en películas época, como Orgullo y prejuicio (2005) y Ana Karenina (2012)— sea brindarnos este generoso retrato de Churchill y a la vez mostrarnos cómo influyen todos los intereses personales y partidarios cuando se trata de grandes decisiones políticas. En este caso, Churchill se ve fuertemente presionado —ante el fracaso de la operación militar de Dunkerque y la amenaza de una invasión— a firmar un humillante acuerdo de paz con Hitler, teniendo como mediador nada menos que a Mussolini. Pero finalmente, y basándose en el valor y patriotismo del pueblo británico, decide enfrentar la amenaza sin claudicar. Son los momentos más intensos de Las horas más oscuras, un convincente drama político con muchos elementos de biopic.
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