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Película desnuda sistema financiero de Estados Unidos
La recién publicada lista de nominados para el Premio Oscar 2016 tiene algunas sorpresas, tanto entre los nombres propuestos como en los omitidos. Una de las mayores es que entre las ocho nominadas a mejor película figure La gran apuesta (The big short) del director Adam McKay (Filadelfia, 1968). La sorpresa se debe a que McKay hasta ahora solo era conocido por haber dirigido obras menores (casi exclusivamente comedias protagonizadas por Will Ferrer); y también a la propuesta de la película: una explicación, al alcance del gran público, de cómo se generó la gran crisis financiera norteamericana de 2007-2008. McKay ha logrado, gracias a un excelente guión y un gran reparto, hacer una muy buena película con ese tema tan denso y complejo.
La historia que se narra está basada en la exitosa novela The Big Short - Dentro del Doomsday (2010) del escritor y periodista Michael Lewis. En ella se contaban los antecedentes y pormenores de esa gran crisis; también la historia de un grupo de especialistas que avizoraron el problema y, con esa información, lograron grandes ganancias personales. McKay ha reunido a muy buenos actores para que representen a esos especialistas. El primero de ellos es Christian Bale (Batman. El caballero de la noche), quien aquí es Michael Burry, un excéntrico gestor de fondos de cobertura (aficionado al rock metálico y con síndrome de Asperger) que fue el primero en predecir la crisis. Por su parte el comediante Steve Carell es Mark Bauman, un financista que, enterado de las “hipótesis” de Burry (y tras comprobarla con una serie de entrevistas), decide “apostar a ganador”. Otros personajes son interpretados por actores tan conocidos como Brad Pitt y Ryan Gosling.
Dos elementos hacían que el libro de Lewis resultara poco “cinematográfico”: no hay una historia humana detrás (con giros interesantes o un desenlace sorprendente) y el tema abordado (lleno de detalles técnicos financieros) está más allá del entendimiento del espectador de cine promedio. McKay supera el primer problema creando pequeños “dilemas” (económicos, personales, éticos) que los actores enfatizan apelando a su gran capacidad dramática. Además utiliza todo tipo de recursos (desde el humor y la ironía hasta que los actores le “hablen” a los espectadores) para darle más dinamismo e interés a la narración. Por último, cuando el tema que se está tratando es demasiado “técnico”, McKay interrumpe el relato para brindarnos una explicación de la manera más didáctica, a través de gráficos o símiles, o de las palabras de “celebridades” mediáticas como el chef Anthony Bourdain y la actriz Selena Gómez.
No todas esas soluciones resultan igual de efectivas. Por eso hay momentos en que ni con las explicaciones (simplificadas y didácticas) podemos entender el problema generado por esas hipotecas subprime, y cómo eso produjo una crisis cuyas consecuencias se sufren hasta hoy en USA y muchas partes del mundo. También los actores sobreactúan en algunos momentos, especialmente Bale y Carell. A ello se suma que cuesta sentir simpatía por estos personajes, todos ellos “buitres” tratando de sacar provecho económico de un problema que dejó a muchos de sus compatriotas sin casa y sin empleo. Pero suponemos que ese es el verdadero propósito de McKay: mostrarnos qué tan inhumano e injusto es el mundo de las finanzas. Y eso es algo que La gran apuesta hace de la manera más directa y contundente. De ahí su valor y los elogios que ha obtenido de la crítica norteamericana.
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