La aventura intelectual de Roland Barthes

Hoy se celebra mundialmente el centenario del nacimiento del escritor francés Roland Barthes (1915-1980), uno de los más importantes ensayistas del siglo XX. Con una formación en Letras y Filología, Barthes se inició como un original y deslumbrante crítico literario en los años cincuenta; pero pronto se abrió a los más diversos temas (desde la filosofía hasta la moda), incorporando al pensamiento crítico los aportes del estructuralismo, movimiento del que fue uno de los más destacados difusores. Siempre a la vanguardia de las propuestas intelectuales, posteriormente estuvo entre los fundadores del post-estructuralismo, la semiótica, la deconstrucción, etc. Publicó una treintena de libros —entre ellos obras fundamentales como Mitologías, Crítica y verdad, El placer del texto, etc.— que fueron leídos con entusiasmo y admiración en todo el mundo.

Roland Barthes nació en Cherburgo, el 12 de noviembre de 1915. Su padre murió al año siguiente, por lo que Roland desarrolló un muy fuerte vínculo con su madre, con quien vivió hasta la muerte de ella (1977). Madre e hijo se trasladaron a París en 1925, para que Roland haga estudios en el instituto Louis-le-Grand, los que continuó en la Facultad de Letras de la Universidad de París. En esta época tuvo una grave crisis de salud que lo obligó a postergar su formación universitaria, que concluyó recién en 1943. Eran tiempos de guerra, por lo que se alejó algunos años de su patria (vivió en Bucarest y Alejandría), pero en la década de 1950 ya había regresado a París, reintegrándose a la actividad académica e iniciando su obra con dos excelentes libros El grado cero de la escritura (1953) y Michelet (1954).

Barthes estaba “renovando” el pensamiento crítico en el mundo de las letras, entonces eminentemente positivista, con los aportes “estructuralistas” provenientes de la lingüística (Saussure), la antropología (Levi-Strauss) y el formalismo ruso (Jakobson). Esa diversidad de intereses se pudo apreciar en su siguiente libro Mitologías (1957), en el que aborda temas alejados del mundo de las letras (una pelea de cachascán, un plato de cocina) para hacer una aproximación a la mitología inherente al “mundo burgués”. Estas reflexiones lo llevarían a ser uno de los fundadores de la semiología, con el libro Elementos de semiología (1965), lo que lo puso a la vanguardia del debate intelectual mundial. En los años setenta, Barthes continuó renovando sus propuestas —con nuevos aportes de la filosofía (Derrida) y el psicoanálisis (Lacan)— y su producción se incrementó. Pero su gran aventura intelectual se cortó abruptamente en 1980, cuando fue atropellado por una furgoneta en las calles de París. A consecuencia de este accidente, murió algunas semanas después.

En todo el mundo, el centenario de Barthes ya ha sido motivo de muchas celebraciones, artículos y hasta libros, como la biografía Roland Barthes, escrita por la ensayista Tiphaine Samoyault; también el Álbum Roland Barthes de Éric Marty y La amistad de Roland Barthes de Philippe Sollers. En uno de esos homenajes, el ensayista mexicano Adolfo Castañón resumió así la trayectoria de Barthes: “Es una figura singular, profunda, que supo ir abriéndose, en su experiencia intelectual, a los distintos momentos críticos de la cultura europea del siglo XX. Es una especie de aventurero que va atravesando distintos territorios del conocimiento, una navegante que va cruzando diversos mares, como el estructuralismo, la semiología, la fotografía, el marxismo, la cultura popular, la sociología y la crítica política”.