Francisco Pizarro y el mestizaje como seña de identidad en el Perú

Como parte de los preparativos para celebrar el 490 aniversario de la fundación de Lima, la Municipalidad Metropolitana ha anunciado la reinstalación de la estatua de Francisco Pizarro en el centro histórico de la ciudad. Este acto, liderado por la Gerencia de Planificación, Gestión y Recuperación del Centro Histórico (ProLima), busca restituir la figura del fundador de Lima. La escultura será colocada en el Pasaje de Santa Rosa, entre la Plaza Mayor y el Palacio Municipal, compartiendo espacio con el monumento al curaca Taulichusco.

Este gesto simboliza un homenaje al mestizaje y a la dualidad cultural que define la identidad peruana. Al reunir las figuras de Pizarro y Taulichusco en un mismo espacio, se destaca la interacción entre las tradiciones hispánicas e indígenas, representando así el complejo legado histórico y cultural de Lima. La iniciativa refuerza la importancia de reconocer las raíces diversas que conforman el Perú moderno y el papel central de Lima como símbolo de esta integración.

Francisco Pizarro es una figura crucial en la historia del Perú. Como conquistador y fundador de Lima, su papel en la construcción del Perú moderno no puede ser subestimado. Nacido en España, en 1478, lideró la expedición que culminó en la caída del Imperio Inca en 1532. Su victoria en Cajamarca, donde capturó al emperador Atahualpa, simboliza el enfrentamiento entre dos mundos: el europeo y el indígena. Aunque este evento es visto por muchos como un acto de violencia, también marcó el inicio de profundas transformaciones en la estructura social, política y cultural de la región.

El éxito de Pizarro no solo se debió a su habilidad militar, sino también a su capacidad para establecer alianzas y aprovechar las divisiones internas dentro del Imperio Inca. La conquista trajo consigo la introducción de instituciones europeas, la religión cristiana y un nuevo sistema económico.

Uno de los legados más significativos de Pizarro fue la fundación de la ciudad de Lima el 18 de enero de 1535, conocida inicialmente como "Ciudad de los Reyes". Lima se convirtió en la capital del Virreinato del Perú y en el centro administrativo y político de Sudamérica durante la época colonial. La ciudad fue diseñada para consolidar el poder español y facilitar el control sobre un vasto territorio. Pizarro también fundó la ciudad de Trujillo, según el historiador Raúl Porras Barrenechea (aunque existen historiadores que no están de acuerdo), el 5 de marzo de 1535.  

Lima no solo fue un eje político, sino también un punto de encuentro para diversas culturas. Durante la época virreinal, la ciudad se enriqueció con la influencia de tradiciones indígenas, africanas y europeas. Este intercambio cultural y el mestizaje continúan siendo características esencial de la identidad peruana. La interacción entre españoles e indígenas dio lugar a una nueva población mestiza, que con el tiempo adoptó y adaptó elementos de ambas tradiciones. Este mestizaje no se limitó a la biología, sino que abarcó la lengua, la gastronomía, el arte y la religión, sentando las bases de una cultura rica y diversa.

Hoy en día, el Perú se enorgullece de ser un país multicultural, donde las tradiciones indígenas conviven con las influencias europeas y africanas. Este crisol de culturas es un reflejo directo del encuentro inicial que representó la llegada de Pizarro al continente. Francisco Pizarro es innegablemente central en la historia del Perú. Como fundador del país y catalizador del mestizaje cultural, su legado sigue vivo en la identidad nacional. Se casó con una princesa incaica, Inés Quispe Sisa (hermana de Huáscar y Atahualpa); y la hija de ambos, Francisca Pizarro Yupanquie es considerada la primera mestiza.