El pasado 21 de octubre, el abogado y escritor Gary Marroquín M...
En la siguiente entrevista para elmontonero.pe, Eduardo González Viaña (Chepén, 1941), cuenta que desde hace casi treinta años radica en Estados Unidos, donde se ha convertido en un activo defensor de los derechos de los migrantes latinoamericanos. Precisamente ese es el tema de su libro El camino de Santiago (2017), finalista en la más reciente edición del Premio Planeta de Novela. González Viaña es uno de los escritores peruanos con mayores reconocimientos y premios internacionales.
Buena parte de El camino de Santiago está ambientada en la frontera entre México y Estados Unidos. ¿Cómo se documentó sobre esa realidad específica?
Vivo del otro lado de la frontera desde hace casi 30 años. La migración es un fenómeno tan hermoso como temible y desconcertante. Un peruano que entró a este país por un cerro de Tijuana me contaba que era noche de luna y que por curiosidad volteó a mirar, y advirtió que un estadio de gente lo seguía. Hay en ellos, y en todo ello, un material desbordante para la literatura, y más que eso un delirio y tantas obsesiones como las que movieron la mano de los autores de la Biblia en los cuarenta años del camino hacia la Tierra Prometida.
(Planeta 2017)
En sus novelas siempre hay una dimensión mítica y poética, que lo acerca bastante al realismo mágico. ¿Se considera heredero de esa tradición?
La verdad es que no miro desde fuera, como crítico, esa dimensión. Más bien, la miro y la vivo como personaje. En mi libro “Los sueños de América”, una familia de inmigrantes ilegales carga con su burro, a pesar de entrar a escondidas en los Estados Unidos, y el narrador comenta que todos hubiéramos querido traernos, además del burro, la casa, el reloj público, la cantina, los familiares, los amigos, el cerro, el paisaje del mar, ciertos atardeceres, algunos sueños raros y todos nuestros árboles, júbilos, recuerdos, amparos y desamparos. La verdad es que todo eso viene con uno. Todo ese espacio mágico que viene conmigo es el que me dicta historias y a veces me hace volver a vivirlas
Dentro de su extensa obra hay varios libros que se pueden considerar verdaderos hitos de la narrativa peruana, como Habla, Sampedro, Sarita Colonia viene volando, El corrido de Dante, Vallejo en los infiernos, etc. ¿Cómo ve ahora esos libros? ¿Les cambiaría algo?
Los escribiría de nuevo, pero como no puedo hacerlo me deleito leyendo las nuevas ediciones. Ahora que me doy cuenta, de ellos el que menos se ha difundido en el Perú es El corrido de Dante. Me gustaría apoyar una reedición. A lo mejor le cambiaría el final.
Sabemos que usted ha vivido muchos años fuera del Perú, especialmente en Estados Unidos. ¿Qué oportunidades tuvo fuera que no habría tenido aquí?
Estoy radicado desde el año noventa en los Estados Unidos y trabajo en el país como profesor universitario en Oregon, y también lo he hecho como visitante en Berkeley y Dartmouth. Por eso conozco la experiencia de ser un inmigrante y puedo decir que es una experiencia de muerte. Uno muere de muchas formas; para comenzar cuando es llamado hispano o latino, gentilicios que le eran desconocidos. Después, debe comenzar a confrontar la “otredad”; es decir, el reconocimiento de que la gente de este país y su cultura son con la originaria como el agua y el aceite. Pero en ese cotidiano enfrentamiento, uno comienza a ser el “otro” sin saberlo. Va adquiriendo ciertas palabras, ciertas disciplinas y costumbres en las que no repara, sino cuando uno visita la patria, y los amigos de uno reparan en que usted no le es tan suyo.
Hay pues una razón natural para que este escritor escriba sobre inmigrantes y haga que la geografía de sus relatos sea la del país que lo cobija. Enfrentado a una experiencia de muerte, insisto, porfío y peleo por mi identidad, y escribo sobre mexicanos, brasileños, colombianos, chilenos, peruanos y cubanos en los cuales reconozco esa misma agonía y encuentro la misma mágica aventura de ser un latinoamericano en los Estados Unidos
Volviendo a El camino de Santiago, se recrea uno de las peores masacres de la guerra antisubversiva. ¿Qué tan fiel a la realidad es su versión?
Lamentablemente, tiene un referente. Es la espantosa masacre de Accomarca que lo inspira. Santiago era un niño de cinco años cuando escapó de la muerte allí. Su madre, la maestra del pueblo, fue asesinada por la tropa. Al niño le tocó en suerte, vivir todo el tiempo a salto de mata y con una identidad cambiada en el Perú toda vez que el comando había ordenado el exterminio de los sobrevivientes. Todo esto no es invento de escritor sino conclusiones judiciales.
Entrevista: Javier Ágreda
Fotografías: Luis Cáceres Álvarez
COMENTARIOS