Cecilia Bákula
El 7 de junio: heroísmo y símbolos patrios
En el Día de la Bandera recordamos a quienes se inmolaron en defensa del Perú

Cada 7 de junio el Perú celebra el denominado “Día de la bandera”; pero creo que son pocos los ciudadanos que conocen la razón de este día de recuerdo, historia y respeto a los símbolos patrios. No es una fecha en la que rendimos honor a la bandera en sí misma, sino que en esta fecha, el amor y compromiso con la patria se asocia a la bandera como símbolo de identidad. Y todo ello porque el 7 de junio de 1880 tuvo lugar la batalla de Arica; el enfrentamiento casi decisivo entre las fuerzas militares del Perú, realmente insuficientes y pequeñas, frente a la voracidad y equipos superiores del ejército chileno.
En esa batalla personajes como Francisco Bolognesi y Alfonso Ugarte se inmolaron en defensa de la dignidad de todo el Perú y prefirieron entregar su vida antes que claudicar ante en enemigo que hubiera querido que se denostara el sentido de respeto a lo nuestro, nuestra historia y dignidad. En recuerdo de esos hechos de altísimo heroísmo y compromiso con la patria, el Perú recuerda no solo los hechos en sí mismos, sino el significado eterno de amor a la bandera en cuanto ella significa.
Parece necesario referir que la batalla de Arica fue un momento de radical crudeza entre los enfrentamientos que por mar y tierra tuvieron lugar en el contexto de la Guerra del Pacífico; un conflicto militar que el Perú no buscó pero del que lamentablemente, no pudo quedar marginado, ya que el 6 de febrero de 1873, el Perú suscribió con Bolivia un Tratado de Alianza Defensiva al que debía unirse Argentina, pero esto último no sucedió. No obstante su condición de secreto, Chile lo conoció con anticipación y es por ello que en 1879, cuando la Misión Lavalle, presidida por José Antonio de Lavalle fue a Chile para tratar de menguar los avances y desencuentros entre Bolivia y Chile, el entonces canciller del Mapocho exigió de nuestro país una conducta imparcial, a lo que no pudimos acceder por haber suscrito el referido tratado con Bolivia. Sin tener entonces frontera con Chile, ese país declaró la guerra al Perú el 5 de abril de 1879.
Es conocida ya nuestra precaria situación económica y la debilidad política que no pudo permitir ni encontrar a la persona idónea ni las condiciones necesarias para menguar las terribles consecuencias de esos hechos. La primera etapa de este conflicto fue de enfrentamiento naval y luego se procedió a las campañas terrestres entre las que se encuentra la batalla de Arica. En todo momento los peruanos dimos muestras de heroísmo, dignidad y capacidad de sacar fuerzas de flaqueza, pero el poderío militar chileno era del todo superior. No obstante ello y en las circunstancias más adversas, Bolognesi y Ugarte dieron muestras eternas de patriotismo. La Guerra del Pacífico o denominada también como la Guerra del salitre por la ambición chilena de los territorios ricos en ese mineral, tuvo gravísimas consecuencias y dejó una herida en nuestra herencia histórica, así como el haber tenido que sufrir años de cautiverio de nuestro territorio, miles de vidas humanas ofrendadas, kilómetros perdidos y ello con las severas implicancias de orden moral, económico y político que sufrió el Perú.
En la batalla de Arica, como en otros momentos de esa infausta guerra, el enfrentamiento entre las tropas fue de gran violencia y los nuestros, no obstante sus inmensas bajas e inferioridad militar, mostraron una inquebrantable voluntad de entrega y coherencia con su obligación para con la Patria y es ahí donde salió a relucir el temple de Francisco Bolognesi cuyas palabras no fueron solo un ofrecimiento, sino se convirtieron en una realidad pues dio la pelea hasta quemar el último cartucho, el último aliento de su vida. Y junto Alfonso Ugarte, quien prefirió morir antes que permitir que se ultrajara nuestra bandera, son los actos que se convierten en muestras de honor, pundonor y entrega.
Así pues celebrar cada 7 de junio, con recuerdo agradecido y con juramento de defender nuestra Patria y sus símbolos, se convierte en el homenaje al honor y valentía de nuestros soldados de entonces y de todos los tiempos. La celebración fue instituida por el presidente Augusto B. Leguía el 30 de abril de 1924, suscribiendo para ese fin un Decreto Supremo, aunque ya desde unas décadas antes, se recordaba en esa fecha, la fidelidad a la bandera.
Los símbolos patrios han de ser conocidos, honrados, protegidos y amados pues encierran valores, recuerdos, identidad e historia y todo ello nos une e identifica.
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