Alejandro Martorell
El Gólgota de Arica
Recordando el heroísmo de los soldados peruanos en la batalla de Arica

Cada 7 de junio recordamos solemnemente las hazañas de los soldados peruanos que entregaron sus vidas por defender la integridad de la patria en la batalla de Arica de 1880. Fue en el marco de lo que la historiografía ha denominado “la Guerra del Pacífico, o lo que historiadores como Mariano Felipe Paz Soldán han preferido denominar la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia.
Esta fecha, revive el deslumbrante nombre de un hombre de gran lealtad patriótica: don Francisco Bolognesi Cervantes. En la obra Una Antología sobre la Guerra del Pacífico (1879 – 1880) que recoge las páginas antológicas de la obra Historia de la República del Perú, el historiador Jorge Basadre, escribe: “El Morro es un cerro que se eleva hasta quinientos pies sobre el nivel del mar cerca de la ciudad de Arica”. Fue en esta fortificación donde don Francisco Bolognesi, con 65 años de edad, quedó de comandante general de la plaza de Arica, conduciendo a las tropas armadas peruanas.
El 5 de junio, el sargento mayor chileno Juan de la Cruz Salvo, fue conducido hasta la casa donde habitaba el coronel Bolognesi al pie del morro con el objeto de presentar su posición para pedir la rendición de la plaza. El tradicionalista Ricardo Palma, escribe en sus Tradiciones Peruanas, un artículo dedicado a la respuesta de Bolognesi, recordando como elemento historiográfico, el escrito del historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, quién detalla así el acontecimiento en su Historia de la Guerra del Pacífico:
«Llegado el parlamentario a la presencia del jefe de la plaza, la conferencia fue breve, digna y casi solemne de una y otra parte. Entablóse el siguiente diálogo, que conservamos en el papel desde una época muy inmediata a su verificación, y que, por esto mismo, fielmente copiamos: -Lo oigo a usted, señor -dijo Bolognesi con voz completamente tranquila. -Señor -contestó Salvo-, el general en jefe del ejército de Chile, deseoso de evitar derramamiento inútil de sangre, después de vencido en Tacna el grueso del ejército aliado, me envía a pedir la rendición de esta plaza, cuyos recursos, en hombres, víveres y municiones, conoce. -Tengo deberes sagrados y los cumpliré quemando el último cartucho. -Entonces está cumplida mi misión -dijo el parlamentario levantándose, etc., etc.».
El 7 de junio, Bolognesi solamente contaba con tres divisiones compuestas por 1,653 soldados (entre los que se encontraban Alfonso Ugarte, marinos de la fragata Independencia, y quien fuera posteriormente presidente de la República de Argentina, Roque Sáenz Peña), mientras que comparativamente, los chilenos superaban los 6,000 soldados, apoyados en una impresionante artillería. A pesar de la desproporción numérica, en el corazón de Bolognesi no asomó la “duda hamletiana”. Los peruanos, al mando del longevo y valiente comandante general, no cedieron y resistieron con fiereza y espíritu indómito “hasta quemar el último cartucho”.
El historiador Paz Soldán, en el II Tomo de su Narración Histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y Bolivia, detalla: “Según Manuel Salazar, testigo presencial de los últimos momentos y que combatía junto a Bolognesi, dice que el héroe murió disparando su revólver contra un pelotón chileno y que, al caer mortalmente herido, volviéndose a los pocos combatientes que quedaban junto a él, gritaba: No hay que rendirse. ¡Viva el Perú!”. Nada podía amansar a las fieras. El heroísmo mostrado en la batalla contra el enemigo implacable, es un ejemplo vivo.
El poeta tacneño Federico Barreto, que tiene joyas intelectuales verdaderamente deslumbrantes, nos dejó un poema que inmortaliza el episodio bélico del 7 de junio, titulado “El Gólgota de Arica”.
El Morro hacia el océano se adelanta
como un león que acecha lo infinito…
¡Ruge el mar y parece que su grito
lo hace estallar la fiera en su garganta!
El Morro asombra y, a la vez, espanta.
¡Finge -si se le mira de hito en hito-
un gigantesco puño de granito
que, amenazando al Cielo, se levanta!
Sobre ese monte inmenso y solitario,
Bolognesi, el guerrero de renombre,
murió como Jesús en el Calvario.
Y ambos son inmortales por su suerte:
El Cristo, que era Dios, murió como un hombre.
¡El hombre, como un Dios, marchó a la muerte!
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