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Brad Pitt y Marion Cotillard continúan las aventuras de Bogart y Bergman
Robert Zemeckis (Chicago, 1952) es uno de los grandes cineastas norteamericanos de hoy. Su carrera, un poco a la sombra de su gran amigo (y productor) Steven Spielberg, incluye películas emblemáticas como Volver al futuro (1985, 1989, 1990), ¿Quién engañó a Robert Rabbit? (1988), Contacto (1997), Forrest Gump (1994), Náufrago (2000) y El vuelo (2012), entre otras, que establecen dos líneas dentro de su obra: la fantástica y la realista. Dentro de esta última se encuentra su más reciente trabajo Aliados (2016), que nos lleva a la Segunda Guerra Mundial, a la mítica ciudad marroquí de Casablanca —sí, la de la película clásica—, para contarnos una historia de amor y de espías protagonizada por Brad Pitt y la francesa Marion Cotillard.
Pitt interpreta a Max Vatan, un espía aliado (de origen canadiense) que llega a Casablanca para participar en un atentado suicida contra un funcionario nazi. Para ello contará con la colaboración de Marianne Beausejour (Cotillard), mujer carismática y muy querida por las personalidades de la ciudad. La pareja finge ser un feliz matrimonio que se reencuentra después de mucho tiempo, pero a la vez comienzan a enamorarse. Cumplida la misión, hacia la mitad de la película, la pareja se muda a Londres donde contraen matrimonio y pronto tienen una hija. Si la primera mitad de la película es el típico relato de acción y romance, la segunda es más bien un thriller hitchcockniano, pues el gobierno británico comienza a tener dudas sobre Marianne, y hasta hay algunos convencidos de que es una impostora, una espía alemana. La verdad aparecerá poco a poco, en medio de intrigas, bombardeos y crímenes.
La evidente división de la película en dos partes tan diferentes es sorteada con eficiencia por Zemeckis, quien le da unidad al conjunto, en el nivel del relato, a través del desarrollo de la historia de amor de los protagonistas; y en el nivel formal a través del ritmo narrativo y ciertas escenas que conjugan la violencia del ambiente con la unión de la pareja. En la primera parte está la secuencia del primer encuentro sexual de Max y Marianne, en el interior de un automóvil, en pleno desierto y en medio de una feroz tormenta de arena. En la segunda mitad, sin duda la secuencia correspondiente es el nacimiento de su hija, en medio de un bombardeo a la ciudad de Londres. Y en este aspecto hay que destacar la excelente actuación de Cotillard, cuyo personaje está llenos de matices y aparentes contradicciones; muy por encima de Pitt, pues Maxc parece de una sola pieza: el hombre valiente y dispuesto siempre a dar su vida por los demás.
Pero hasta aquí no hemos hablado de un elemento importante de aliados: la imitación y homenaje a una obra clásica del cine, en este caso la película Casablanca (1942) dirigida por Michael Curtiz y protagonizada por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman (¿son Pitt & Cotillard los Bogart & Bergman de inicios del siglo XXI?). No se trata solo de que ambas películas se desarrollen en la ciudad marroquí y en la misma época, pues hay además en Aliados todo un juego de alusiones a su antecesora, e incluso se afirma que fue Marianne quien interpretó en el piano La Marsellesa en ese episodio central de Casablanca. Y aunque este aspecto de erudición cinematográfica no está del todo logrado, eso no le resta méritos a Aliados, una buena película que apela a la mejor de la gran tradición del cine norteamericano.
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